domingo, 26 de julio de 2009

Penitencia en Fiestas Patrias

Algunas semanas atrás me di cuenta que en gran medida mi vida gira alrededor de la comida, la mayoría de las veces de manera positiva pero algunas son motivo de preocupación.

Ahora mismo me encuentro no de muy buen ánimo pues los últimos excesos me hicieron recaer de tal manera que ni el clima inclemente de estas épocas había conseguido con algún resfriado digno de ser comentado.

Recuerdo la época de la universidad cuando instituí, como tantas otras cosas mitad juego mitad método de sobrevivencia, la "semana de la perdición" seguida de la "semana del arrepentimiento". Llevaba ya demasiado tiempo abusando del consumo de los chocolates y otros antojos, que decidí debía hacer algo al respecto para no padecer luego las consecuencias. Así una semana me permitía hacer lo de siempre pero a la siguiente me recordaba constantemente que era hora de abstenerme. La semana del arrepentimiento me resultaba difícil, acostumbrada a seguir mis impulsos, debía poner atención a mis propios consejos y no consumir o consumir menos lo que yo misma decidía.

Hace un par de años mis antojos se salieron de control. Tiempo después he concluido que no solo la comida fue la causante de mis males sino algunos sucesos estresantes que atravesaron mis barreras emotivas. Cualquiera haya sido la raíz del problema fueron uno o dos años realmente difíciles pues debí restringir exageradamente mis comidas para evitar resultar intoxicada y sufrir luego los malestares que continuaban por mas de una semana.

Enfrentando esa dolencia y al tiempo que aprendí a canalizar y evitar los problemas que me acosaban, de repente estaba curada y podía nuevamente comer sin tantos remilgos. Por un tiempo aún guardé ciertas reservas con las comidas que peor me enfermaron en aquella época, pero poco a poco fui disfrutando de casi todo lo que nuestra deliciosa comida nos ofrece.

El viernes último cuando fui al cine supe que no debía probar el pop-corn, aunque igual lo hice. El sábado fue un sandwich de jamón en la mañana, doble plato de arroz chaufa en la tarde y un pequeño indicio de mis anteriores males en la noche. El domingo, celebrando una visita, fue pollo a la brasa disfrutado con abundantes cremas. El resultado final, un terrible malestar que espero consiga frenarme estos días pues de no ser así, temo que volveré a los males de hace un par de años.

La pregunta ahora es inevitable: ¿ha ocurrido algo que me haya estresado de tal manera que mis defensas han perdido la batalla? Resulta contradictorio pues las últimas semanas estuve disfrutando mucho de mi familia y del reencuentro con viejas amistades. Estuve sintiéndome dichosa y agradecida por sentir la felicidad rondando mi vida y mi hogar tan a menudo.

¿Puede un solo recuerdo echar por tierra todo eso? Quiero ser optimista, no puedo evitarlo según parece, voy a dejar el tiempo pasar como hasta ahora y quién sabe si algún día ese círculo sea finalmente cerrado.

Mientras tanto y por si acaso, ingreso a la semana del arrepentimiento después de dos semanas deliciosamente dedicadas a la perdición.

miércoles, 3 de junio de 2009

Así fue como me vi envuelta en el viaje más lejano que de otro modo jamás hubiese querido realizar

Fue durante el 2008 mientras mis padres no decidían si viajar o no a Cusco, en uno de sus acostumbrados viajes anuales, cuando, al decidir finalmente conocer Tingo María, fue que se abrió el camino hacia lo que resultó en un viaje por tierras gauchas y cariocas.

Como es sabido, no tengo afición por viajar, pero fue tanto el comentario sobre ir o no a Cusco, que me entró un bichito por conocer y, cómo no, obtener fotos para publicar. Es así como quedó acordado que este año, en fecha que incluyera mi cumpleaños, viajaríamos a la tierra que vio nacer a mi padre... bueno, no tan lejos, solo a los lugares turísticos, pues ir hasta Chonta era un viaje que estaba menos dispuesta a afrontar.

Avanzaron los meses y en algún momento de finales del 2008, Marina decidió que deseaba conocer Italia, es decir Roma, seamos sinceros: El Vaticano. A mi no me pareció mala idea. Aún pienso que si las profecías se cumplen Roma será destruida, luego era buena idea viajar hacia allá antes de que eso suceda (sonrisas). Inmediatamente comencé a googlear todo lo referente al viaje, y pensé, siguiendo el itinerario del viaje anterior de mi hermana por Europa, que sería mejor idea conocer varios países de una vez. Después de todo, ya comenzaba a comprender la magnitud de viajar muchas horas de vuelo para llegar al viejo continente.

Averiguando en la página web de la agencia de viajes que suele contratar mi familia, encontré precisamente un par de paquetes que se acomodaban a mi idea de un recorrido múltiple. Les comuniqué a mis padres la información con la que contaba y por el momento lo dejamos en stand by pues aún faltaban meses para el viaje, previsto para mayo... o junio.

Cuanto más se acortaba el tiempo necesario para hacer las reservas, más difícil me resultaba aceptar que debería recorrer cuatro países en menos de 20 días, incluyendo los vuelos y las visitas en cada ciudad hechas a toda máquina, pues el tiempo no podía dar para más. Llegué a la conclusión que sería más de lo que cualquiera de nosotros podría aprovechar sin caer fulminados por el agotamiento. Por fortuna, Darío fue de la misma opinión y aunque quizás hubiésemos podido ir tan solo a Italia, la idea de un viaje tan largo para llegar a nuestro destino ya no resultaba tan prometedor como al comienzo.

Entonces pensamos rápidamente y decidimos que Brasil era una buena opción. Marina no iría jamás a Chile pues no lo considera atractivo, no iría a Colombia pues le resulta igual a playas y el Sol no es amigo de sus dolencias. Luego Brasil, en época de invierno era bastante aceptable. No estando muy convencida averiguamos la ruta y aún resultaban ser demasiadas horas de vuelo con escala en Chile o Buenos Aires, según los paquetes ofrecidos por nuestra agencia de viajes.

Sin mostrar todavía mayor conformidad con respecto al destino... y las horas de vuelo, encontramos que permanecer unos días en Buenos Aires y luego viajar a Río de Janeiro resultaba ser la mejor opción tanto en tiempo perdido en el avión como en costos.

Fue así que acordamos tomar el tour Buenos Aires - Río de Janeiro en fecha cercana a mi cumpleaños y nos preparamos para conocer los países hermanos de Argentina y Brasil.