miércoles, 15 de octubre de 2008

Dimension desconocida?

¿Quién no ha oído hablar de fantasmas y apariciones? ¿Cuántas veces nos hemos sorprendido ante eventos inexplicables que relatan asombrados testigos?. Hoy en día, aquellas historias pueden tener, sino una explicación concluyente sobre su origen, por lo menos sí, alguna teoría científica respaldando lo que podría estar ocurriendo.

Al mismo tiempo que la ciencia ficción ha venido trasladándose al mundo real, algunos misterios que anteriormente eran considerados portentos sobrenaturales resultan ahora razonablemente explicables. De igual modo ocurre con fenómenos que no siempre tienen que ver con almas en pena: visiones fantasmagóricas, personas desaparecidas sin dejar rastro, encuentros con seres fantásticos, viajes o saltos en el tiempo; resultan lógicos cuando nos acercamos a las posibilidades que ofrece la Física Cuántica.

Quizás mis primeros acercamientos a este mundo fascinante fue leyendo un artículo sobre el triángulo de las Bermudas y viendo un especial en televisión algun tiempo después. ¿Por qué las personas que habían sufrido un disturbio al cruzar su avión sobre esa zona tenían sus relojes atrasados? ¿Dónde estuvieron ese tiempo? ¿Por qué los pilotos de avión transmitían mensajes por radio indicando su ubicación sobre un área donde no eran vistos y finalmente desaparecían?

Años más tarde llegó otra miniserie, de la cual no recuerdo su nombre. Al cruzar el mismo triángulo de las Bermudas, los pasajeros de un avión se ven atrapados en un espacio-tiempo desconocido. El espacio casi vacío en el que se encuentran va haciéndose cada vez más real, a la vez que son constantemente perseguidos por unas sombras que parecen devorarlo todo a su paso detrás de ellos. Se concluye que el avión quedó atrapado en el tiempo, en el pasado, pero el pasado es devorado por aquellas criaturas, destruyéndolo, quedando finalmente solo el presente.

Teoría, esta última, que no me agradó para nada, y decidí que el pasado si existe y está ahí para quien pueda visitarlo, o vislumbrarlo por lo menos. Así disfruto más comódamente películas como Regreso al Futuro, o El Efecto Mariposa, por nombrar algunas.

Por fortuna, no necesito probar, cual matemático, el porqué de ciertas cosas. Puedo aceptar bajo cierto nivel de confianza que algo "es como es porque puede ser así". De ese modo acepté la teoría de las dimensiones: hay cosas que estan aquí, al mismo tiempo y en el mismo lugar que nosotros, pero no podemos notarlas porque están en otro nivel de energía, vibración o dimensión. Inclusive puedo aceptar de ese modo el ¿dogma? o dicho religioso que escuché en mi infancia: "miles de ángeles caben en la punta de un alfiler". Si claro, el alfiler en nuestro mundo, y ellos en el suyo.

Ni siquiera contradice lo que también me enseñaron en la escuela: "todo ocupa un lugar en el espacio, y dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo". Digánselo a todos los guionistas de series y películas de terror o ciencia ficción donde los protagonistas cruzan el mismo pasillo al mismo tiempo pero no se encuentran.

No fue hasta hace poco que encontré, bellamente graficado, el concepto de las dimensiones. Quizás para mi que, repito, ya acepté como un hecho indiscutible que hay cosas que están aquí pero que no podemos ver por nuestras propias limitaciones de percepción, me resultó fascinante encontrar el siguiente video.

http://www.youtube.com/watch?v=7y3R1cKSEM8

miércoles, 8 de octubre de 2008

Nadie sabe para quien trabaja

Saliendo de una visita rápida a una amiga en un distrito que no frecuento mucho, me encontré cara a cara con un antiguo amor. Aquél que alguna vez me dijo: ¿Llegará el día en que nos crucemos y ya ni siquiera nos saludemos? - y al instante respondió - 'No, no creo que eso ocurra'.

Tal como él lo predijo, no ocurrió así. Ante mi cara de sorpresa, idéntica a la suya, nos sonreimos y saludamos casi al mismo tiempo e inmediatamente vino un fuerte, muy fuerte, abrazo que en realidad yo no esperaba de su parte.

Sin mucho trámite me invitó a "tomar un café" lo cual en buen romance quiere decir charlar un rato o ponernos al día. Como tenía bastante tiempo libre y aún mayor curiosidad acepté de buena gana.

Entonces, comenzó por contarme que se había casado y era el orgulloso padre de dos nenas. ¡Increíble!, pensé yo. No porque estuviera al tanto de algún problema de fertilidad o pensara que tenía pasta de soltero empedernido. Simplemente me pareció "diferente" el encontrarlo casado y padre.

Recuerdo cuando nos conocimos, yo estaba en los últimos ciclos de la universidad y casualmente coincidimos más de un par de veces en el mismo lugar. En aquél entonces yo me encontraba saliendo de una época de transición, me estaba re-encontrando. Algo usual en mi cada cierto tiempo.

Mis amigos de aquella época comenzaban a concentrarse en sus primeros trabajos y cada vez más se sumergían en las posibilidades de la tecnología, etc. etc. Por mi parte, reuniendo fuerzas para continuar mi camino, me sentía particularmente emotiva y sin muchos deseos de entrar de lleno en el mundo real.

Mi recién conquistado amigo suponía un perfecto balance para ese momento ya que podíamos hablar de temas en común que no le interesaban a nadie más en mi grupo de la facultad. Conforme fuimos estableciendo una relación, sin embargo, fueron evidentes las diferencias entre nosotros y aunque los últimos meses que nos frecuentamos ya no discutíamos tanto, era notorio que la magia se había roto.

Sin considerarme totalmente optimista diría que en ocasiones él tenía demasiadas nubes negras sobre sí, y yo que ya había pasado por ello me cansaba cada vez que sus tormentas azotaban mi rostro. En forma paradójica, y contrario a mi que me identifico mejor con la acidez del limón, él no tenía mayor problema en demostrar su afecto y quizás por eso pensaba en él como "mi terroncito de azucar". Un azúcar que se diluía tan pronto entraba en uno de sus conflictos existenciales o se empecinaba en algún asunto para lo cual casi siempre teníamos opiniones divergentes.

Existe la idea extendida que las mujeres maduramos más rápido y quizás ese haya sido el caso ya que, aún siendo contemporáneos en edad, a menudo sentía que nos separaban años de distancia. Ambos habíamos tenido experiencias diversas pero no similares. A él le parecía que yo criticaba demasiado, sobretodo a él mismo, se entiende, y yo terminé convencida que él era demasiado inseguro si tanto le afectaban mis observaciones.

Apartando las peleas tontas que tuvimos, fue una bonita relación que siempre recordaba con cariño y algo de ternura, incluyendo nuestros desencuentros existenciales.

Actualmente alejado de esas nubes tormentosas fue una sorpresa escuchar sus opiniones que parecían sacadas de mi propia cabeza. Mejor aún, lo encontré centrado en el presente, entusiasta con respecto al futuro, satisfecho de si mismo! Feliz de la vida!

Luego de una agradable tarde, al despedirnos, no pude dejar de pensar en todas las veces que conversamos y mantuvo su actitud reacia a mis ideas, para que ahora después de tantos años, lo encuentre más razonable y open mind.

Con algo de nostalgia pensé: hoy se parece más al hombre que siempre supe podía llegar a ser, pero mi ex-terroncito de azúcar endulza ahora otro corazón, que no es el mío.