martes, 13 de noviembre de 2007

Más sobre peruanos y chilenos

A propósito de mi anterior comentario sobre la relación peruanos-chilenos, un buen amigo mío con quien acostumbro discrepar tuvo el buen tino de contestarme largamente. A continuación le contesto con la mejor de las intenciones.

No me resulta fácil responder a tus argumentos, no por la contundencia de los mismos, sino por lo ocioso que resulta presentar a tus ojos mi punto de vista desde tu punto de vista. En la última parte de tu réplica indicas: "EVITAR TODO TONO SARCASTICO Y MAL INTENCIONADO". Esa sola frase te ofrece una puerta de escape, si algo que yo diga no te gusta dirás que fue sarcástico o mal intencionado y cerrarás tus ojos y taparás tus oídos a lo que yo pueda decir. Te he visto hacerlo, mis palabras no expresan una idea vana o imaginaria, hablo porque lo he vivido.

Recuerdo mis dias en la escuela, cuando uno tras otro, año tras año, algún profesor nos inculcaba lo malos que habían sido los españoles al llevarse nuestras riquezas. Debo advertirte que siempre me cayeron peor los españoles que los chilenos, en aquella época, es decir. Más adelante, en algún momento, como para muchas otras cosas, dejó de importarme que los españoles arrasaran con nuestro oro y transformaran nuestra cultura imponiendo la suya. Mucho tuvo que ver en ese cambio de percepción el leer sobre historia, sobretodo historia de América, de la cual se encuentra poco y se enseña menos.


Leyendo sobre historia aprendí sobre hechos y consecuencias, entendí lo cíclico y repetitivo de los sucesos en la humanidad. Los pueblos nacen, se expanden, se nutren, se fusionan, algunos se convierten en grandes imperios, y luego decaen. De las piezas de los antiguos imperios nuevos imperios se forman, cambian de época, de ubicación, pero nuevamente es la humanidad saliendo adelante, siglo tras siglo.

Continuar culpando a los españoles por la decadencia existente hoy en el país es una pérdida de tiempo; y sentir algún desprecio por ellos, tal como me enseñaron en la escuela, es una pérdida de energía.

¿Te preguntas ahora qué tiene que ver todo eso con el odio a los chilenos? Aunque no obtengamos respuestas es importante pensar, cuestionarse. Porque el prejuicio instalado en nuestro corazón se ocupará de cegarnos ante cualquier idea contraria y solo tendremos ojos para aquello que lo nutra.

Entiendo que la idea que tienes sobre los peruanos maltratados lo has tomado de las noticias. En primer lugar te digo que no creas todo lo que dicen los medios. Los medios no son objetivos, lo que publican no son solo hechos, sino ideas. Estas ideas pueden responder a diferentes intereses, políticos o económicos, o a cual conveniencia particular. Además, ten en cuenta que por sobre todo, los medios de comunicación son un negocio, y para que el negocio funcione necesitan vender su producto. Así, conociendo la idiosincrasia de nuestra población, el odio a Chile vende.

Hace un par de años cuando mi hermana fue a Chile, no tuvo más que expresiones de halago y gratitud para con los chilenos. Alabó la pulcritud de sus calles, la amabilidad de los carabineros, la atención y cordialidad con las cuales fueron recibidos ella y sus amigos danzantes, tal como hacemos aquí en Perú con nuestros invitados extranjeros.

En otra parte de tu réplica dices: "No recuerdo haber escuchado o leído, que en el Perú hubo una agresión hacia un chileno". Se me ocurren muchas formas de decirlo pero allá voy con mi tesis nuevamente: EL ODIO VENDE. Para ser más explícita, esa noticia vendería mejor en Chile, no tanto en Perú.

Quisiera estar segura de lo que intentas decir con "No se puede querer a la persona o personas que te agreden sin motivo por solo estar en su casa". ¿Te refieres a los inmigrantes ilegales peruanos en Chile? Yo entiendo el motivo de la xenofobia en muchos casos, aunque no la justifique de ningún modo. Te explico.

En casa tenemos ciertos hábitos, además de reglas. Algunas cosas deben estar en cierto lugar y cada cual tiene un espacio y algunos privilegios que son respetados por el resto de los habitantes de la casa. Un día llega un huésped (un huésped es alguien esperado y recibido). Este huésped no tiene nuestros hábitos pero se le enseñan nuestras reglas de convivencia. Pasan los días y nuestro huésped no solo incumple nuestras reglas sino que sus propios hábitos contradicen los nuestros. En este punto nos toca ser tolerantes, si el tiempo transcurre y la situación no mejora ¿qué soluciones tenemos? Te diré lo que ocurrió: enviamos al huésped de regreso a su casa.

Imagina ahora llegar a una casa que conocemos como confortable, ordenada y bien provista, para encontrar los muebles movidos, objetos tirados en el piso, la cocina sucia, los alimentos consumidos y, por si fuera poco, en el baño hay un hombre desconocido, quizás ebrio. Este hombre no es un huésped, es un invasor. ¿Qué harías? ¿No sentirías acaso acelerarse tu corazón y el aviso de pánico dominaría tus acciones? ¿Buscarías defenderte del agresor, deshacerte de él? De cualquier modo, imagina que recuperas la tranquilidad y completa posesión de tu hogar. ¿Cómo le contarías a tus amigos al nombrar aquél sujeto que invadió tu casa y la dejó en ese estado? ¿Y si lo encuentras caminando por la calle?

Hay un cuento que dice algo así: Un pícaro vivía en un pueblo y cansado de que sus días fueran todos iguales decidió salir al mundo y buscar otras emociones. Llegó a las afueras de un pueblo vecino donde se encontraba un viejo tomando el sol tranquilamente, como tranquilos eran todos los habitantes de ese pueblo. El pícaro le dijo al viejo: 'Vengo de un pueblo donde todos los habitantes hacen trampa y cansado de ver siempre lo mismo he decidido encontrar un lugar diferente donde vivir'. El viejo le respondió: 'Si buscas algo diferente quizás lo encuentres en el siguiente pueblo porque aquí ocurre igual que en el lugar de donde vienes', y el pícaro se alejó siguiendo su camino. Así, el viejo evitó que la semilla de la corrupción entrara a su pueblo y pudieron continuar viviendo como hasta entonces.


miércoles, 7 de noviembre de 2007

Inca Kola se traslada a Chile

Recibí un mensaje alertando sobre el traslado de la fábrica productora de la esencia de Inca Kola -"la bebida nacional" -a Chile. Una vez más fui testigo de la acalorada intolerancia de alguno de mis compatriotas con respecto a los chilenos y su creciente penetración en nuestro país. A continuación transcribo mi respuesta:

Aunque la noticia del cambio en la producción de Inca Kola lleva ya varios meses, en esta ocasión voy a emitir una pequeña opinión.
Me resulta algo difícil aceptar sin inmutarme el excesivo territorialismo que a menudo escucho a mi alrededor, en este caso el odio exacerbado hacia los chilenos. La manera como un peruano (o limeño) promedio arremete contra ellos me deja una sensación desagradable.

Si comparamos el desprecio del joven español por la adolescente ecuatoriana con el desprecio de un peruano por cualquier chileno, ¿cuál es la diferencia entre un odio y otro, si ambos responden a cuestiones de origen? En el primer ejemplo el agresor pertenece al país desarrollado. El español, o cualquier xenófobo a considerar, se siente invadido, siente que sus oportunidades son menores debido a la presencia de los "sudacas" (nótese la expresión peyorativa de desprecio). En el segundo caso, el peruano (xenófobo) siente exactamente lo mismo, con la diferencia que su desprecio surge desde una posición inferior.

Hace algunos años que las fronteras políticas se hicieron más leves en mi conciencia, no puedo pensar exclusivamente en el Perú cuando siento mi pertenencia a una colectividad mayor, la del planeta que todos habitamos. Sin pretender ser anarquista ni precursora de causa o ideal alguno, pienso que en estos tiempos de amplio intercambio mundial podríamos haber aprendido a ser más tolerantes.

Leí hace un par de semanas una frase a propósito del orgullo nacional: Hay pueblos que se asemejan a ciertos individuos: mientras menos avanzados están, más susceptible es su amor propio (Flora Tristan - Peregrinaciones de una paria).