miércoles, 19 de octubre de 2011

Mi misión en la vida.

Hay personas en este mundo que tienen claro cuál es su misión. Al menos, eso me han hecho creer. Además, es del consenso general que cumplir esa misión es lo que le da sentido a nuestras vidas. Lo que nos hacer SER completos y no "ser", a medias. Así, ya desde los primeros años nos vamos forjando un camino por la vida que nos llevará a reconocer nuestra misión. A los primeros estudios siguen otros aprendizajes, y de esa manera hay quienes encuentran en sus propias ocupaciones su objetivo primordial. Me inclino a pensar que no son la mayoría.

Entre las muchas lecturas que tenía a la mano siendo pequeña, leí la historia de Moisés. En esa versión la princesa egipcia tomaba al bebé entre sus brazos, después de ser sacado del río, y lo llamaba Moisés diciéndole que su misión en la vida debía ser grande pues había sido rescatado de una muerte segura. Aquella fue la primera vez que tuve consciencia de que las personas nacemos con una misión, y también la primera vez que pensé en cuál sería la mía.

Recuerdo que aún me encontraba estudiando, muy a mi pesar pues ya había descubierto que en realidad no me gustaba estudiar, cuando hablando con un amigo llegamos a la resignada conclusión de que yo me encontraba entre los miles de personas, quizás millones, que simplemente no sabían qué hacer con su vida. No podía imaginar cuál sería mi misión. Él no tenía ese problema. Él tenía claro que debía trabajar, ascender, conseguir una jefatura antes de llegar a los 30, y que si bien el dinero no hacía la felicidad, bastante y mucho que ayudaba, así que pretendía adquirir todo lo que pudiera para asegurar su bienestar.

Con el tiempo entendí que en ocasiones la misión de una persona se corresponde con su rol en la sociedad. Así, la misión de los padres es criar y sacar adelante a sus hijos, la del maestro guiar nuestros pasos y moldear nuestro intelecto, la del policía proteger a los más débiles y propiciar el orden. Cuando esta misión se realiza de manera que excede su rol, sirve incluso de inspiración para otros.

Por otro lado, conociendo que existen misiones personales más sobresalientes y admiradas, como la de Moisés guiando a su pueblo, y aceptando que la finalidad de encontrarle un significado a su vida consiste en llevar a la persona al máximo de su desarrollo como ser individual, ¿qué ocurre con aquellos que no encuentran fácilmente este iluminado camino? ¿En realidad estamos rodeados de seres incompletos que no le han encontrado un sentido a su vida y por lo tanto no alcanzarán su realización personal? ¿Es acaso que encontrar nuestra misión es solo un mito o una inquietud de la cual nos debemos desembarazar para vivir más tranquilos?

Por mi parte, he cesado en la búsqueda. Estoy consciente que no será en mi actual ocupación donde he de encontrarle un significado “mayor” a mi vida, y seguramente no será guiando un pueblo donde encuentre aquello para lo que vine a nacer. Sin embargo, me resulta simple saber que hay cosas para las que soy bastante buena y que aquello que podía hacer, cuando ha sido el caso, lo he hecho y ha estado bien.

He encontrado también que mi misión no tiene que ser especial, sobresaliente o reconocida. Sabiendo que me resulta bastante difícil tan solo permanecer en este mundo, rodeada de esta realidad que me ahoga, he aceptado como misión el existir saboreando al máximo la experiencia de estar viva. Para alguien como yo; viviendo siempre en las nubes, con la cabeza en la luna, pensando a menudo en la inmortalidad del cangrejo o la interesante vida de las musarañas; no es fácil, tan solo vivir. Así que esa es mi misión, eso es lo que le da sentido a mi existencia: Vivir aquí, ahora, aceptando cada experiencia, procurando aprender cada lección. Tan solo vivir.