miércoles, 3 de junio de 2009

Así fue como me vi envuelta en el viaje más lejano que de otro modo jamás hubiese querido realizar

Fue durante el 2008 mientras mis padres no decidían si viajar o no a Cusco, en uno de sus acostumbrados viajes anuales, cuando, al decidir finalmente conocer Tingo María, fue que se abrió el camino hacia lo que resultó en un viaje por tierras gauchas y cariocas.

Como es sabido, no tengo afición por viajar, pero fue tanto el comentario sobre ir o no a Cusco, que me entró un bichito por conocer y, cómo no, obtener fotos para publicar. Es así como quedó acordado que este año, en fecha que incluyera mi cumpleaños, viajaríamos a la tierra que vio nacer a mi padre... bueno, no tan lejos, solo a los lugares turísticos, pues ir hasta Chonta era un viaje que estaba menos dispuesta a afrontar.

Avanzaron los meses y en algún momento de finales del 2008, Marina decidió que deseaba conocer Italia, es decir Roma, seamos sinceros: El Vaticano. A mi no me pareció mala idea. Aún pienso que si las profecías se cumplen Roma será destruida, luego era buena idea viajar hacia allá antes de que eso suceda (sonrisas). Inmediatamente comencé a googlear todo lo referente al viaje, y pensé, siguiendo el itinerario del viaje anterior de mi hermana por Europa, que sería mejor idea conocer varios países de una vez. Después de todo, ya comenzaba a comprender la magnitud de viajar muchas horas de vuelo para llegar al viejo continente.

Averiguando en la página web de la agencia de viajes que suele contratar mi familia, encontré precisamente un par de paquetes que se acomodaban a mi idea de un recorrido múltiple. Les comuniqué a mis padres la información con la que contaba y por el momento lo dejamos en stand by pues aún faltaban meses para el viaje, previsto para mayo... o junio.

Cuanto más se acortaba el tiempo necesario para hacer las reservas, más difícil me resultaba aceptar que debería recorrer cuatro países en menos de 20 días, incluyendo los vuelos y las visitas en cada ciudad hechas a toda máquina, pues el tiempo no podía dar para más. Llegué a la conclusión que sería más de lo que cualquiera de nosotros podría aprovechar sin caer fulminados por el agotamiento. Por fortuna, Darío fue de la misma opinión y aunque quizás hubiésemos podido ir tan solo a Italia, la idea de un viaje tan largo para llegar a nuestro destino ya no resultaba tan prometedor como al comienzo.

Entonces pensamos rápidamente y decidimos que Brasil era una buena opción. Marina no iría jamás a Chile pues no lo considera atractivo, no iría a Colombia pues le resulta igual a playas y el Sol no es amigo de sus dolencias. Luego Brasil, en época de invierno era bastante aceptable. No estando muy convencida averiguamos la ruta y aún resultaban ser demasiadas horas de vuelo con escala en Chile o Buenos Aires, según los paquetes ofrecidos por nuestra agencia de viajes.

Sin mostrar todavía mayor conformidad con respecto al destino... y las horas de vuelo, encontramos que permanecer unos días en Buenos Aires y luego viajar a Río de Janeiro resultaba ser la mejor opción tanto en tiempo perdido en el avión como en costos.

Fue así que acordamos tomar el tour Buenos Aires - Río de Janeiro en fecha cercana a mi cumpleaños y nos preparamos para conocer los países hermanos de Argentina y Brasil.