miércoles, 16 de mayo de 2012

Anécdota de una amiga en la combi


Ser alta y delgada no es precisamente la llave de la felicidad; sin embargo, si nos cruzamos por la calle con una persona de esas características y otra no, ¿a quién envidiaremos su suerte?


Una amiga mía se dirigía a trabajar temprano en la mañana. Iba en una combi y en una parada una mujer, de tez morena que cargaba un par de gemelos en su canguro, se acercó a vender chocolates. Cuando la combi arrancó, la única persona que no colaboró con la vendedora hizo el siguiente comentario: "Esas mujeres valen una gran celebración, valen la pena! Pero hay otras vagas que no se merecen nada y les dan todo!". Con sorpresa, mi amiga observó que todas las miradas se dirigieron hacia ella. 


Ella, que desde la época del colegio destacaba por su buena apariencia y contagiosa alegría, no ha hecho sino añadir estilo y buen gusto a ese precioso carácter y lucidez de entendimiento con el que fue bien dotada.


Siguiendo el primer comentario y las miradas acusadoras, una mujer más joven comenzó a burlarse. Mi amiga, indignada por el escenario en el que se había visto envuelta, decidió darles un escarmiento y hacerse respetar. ¿Se refiere a mí señora?  -le dijo -Si usted me ve regia no quiere decir que soy vaga. Hoy me levanté temprano, cociné, mi mano aún huele a cebolla picada; y ahora no me voy de vaga, voy a trabajar. Tengo una tienda, soy diseñadora y tengo dos hijos en la universidad, por eso no puedo darme el lujo de descansar. El hecho de estar bien bañada y peinada no quiere decir que la gente es vaga. Es mucha ignorancia de su parte hacer una apreciación de alguien a quien no conoce!... ¿Por el simple hecho de vernos bien? Estoy segura que ese comentario no se lo haría a un varón bien elegante; dirían: "Qué hombre para más hermoso". Mientras que a una mujer de vanguardia si se le puede decir vaga.


Demás está decir que después de ese discurso el carro quedó en completo silencio y todos extraviaron sus miradas, incluyendo a la que había hablado en primer lugar.

sábado, 28 de abril de 2012

EL-La (II)

Cuando llegó el tiempo de regresar El-La renació en un par de mellizos, y siendo aún pequeños dieron claras muestras de la oposición de sus temperamentos. Mientras uno conservaba la inocencia y arrojo tan propios de El-La en su origen, el otro parecía haber surgido del momento último de su vida y el temor haber quedado impreso en su mirada. Aún mas, cuando aquél miedo se tornaba extremo, surgía de él un profundo sentimiento de sobrevivencia que desencadenaba en furia y destrucción. Así, mientras uno creció acogiendo la vida con alegría y confianza, el otro se tornó huraño y solitario. Ambos murieron jóvenes.

La siguiente vez que El-La renació, cada par de su alma tomó caminos diferentes y nunca se encontraron. En cada renacer, experimentaron diferentes aspectos de la vida y, sin importar cuáles fueran sus experiencias, el uno parecía seguir fácilmente el camino de la luz mientras el otro se hundía irremediablemente en el camino de las sombras. Nación, estatus social, educación, religión, o sexo podían intercambiarse en sus vidas, sin embargo en el recuento final de su existencia uno se presentaría apacible, curioso, alegre, compasivo, afable; y el otro (o la otra) crecería desconfiado, temeroso, irascible, cruel, amargado.


Una tras otra se sucedían sus vidas y fueran éstas cortas o largas nunca alcanzaban a llenar el vacío que los consumía en su interior. Así llevaran una vida solitaria de virtud o depravación, así compartieran sus días en familia o sociedad, sabían que estaban incompletos; sentían en su interior la necesidad de reencontrarse para consumar su destino y cerrar el círculo de su existencia volviendo al origen.

En el principio de los tiempos El-La es una mujer.

viernes, 27 de abril de 2012

El-La (I)


En el principio de los tiempos El-La era un hombre. Bendecido entre benditos, su vida transcurría entre sus correrías solitarias en las afueras de la aldea y la ayuda que brindaba en ella cuando era requerido. El-La disfrutaba la vida; era alegre como un niño y audaz como un guerrero. Su permanencia en el interior de la aldea habría quizás perturbado el pacífico ambiente al que estaban acostumbrados sus habitantes, pero cómo vivía apartado el pueblo aceptaba de buena gana sus incursiones, acompañadas a menudo de travesuras u observaciones que nadie más entendía o le preocupaba entender. Lo amaban.

Despuntaba el amanecer cuando El-La sintió angustia por primera vez en su vida y con el corazón apesadumbrado dirigió su mirada hacia lo lejos, hacia donde estaba su aldea. El-La no lo pensó siquiera y a toda prisa emprendió el regreso con aquella sensación creciendo en su interior, otro sentimiento que jamás había experimentado: el temor.

Ya no había nada qué hacer. Cuando El-la llegó a su aldea, ésta ya había sido devastada. El dolor que sintió al presenciar el desastre fue ahogado por la ira que surgió poco después. Apenas comprendió quiénes habían llevado a cabo la matanza, su naturaleza primaria ignorante hasta ese momento de la crueldad humana, se tornó en locura. El-La murió.



viernes, 30 de marzo de 2012

El Bar.

Lo vio cruzar el pasillo y deseó que siguiera adelante. Karina aún tenía sus dudas respecto al último encuentro a la hora del almuerzo, casual según él, en aquél apartado restaurante que ella solía frecuentar. Cuando él ingresó a la oficina y saludó primero a Rocío, la amiga que los había presentado, Karina contuvo la respiración por un momento; un antiguo hábito para los momentos en que deseaba hacerse invisible.

-¡Hola Karina!, la saludó Miguel acercándose.
-Hola, le respondió ella procurando no hacer mucho contacto visual.
-¿Cómo va el trabajo?
-Ya sabes, este mes es complicado.
-Claro... Y ¿qué planes para mañana?

-¡Diablos! -pensó Karina -Una pregunta directa ¿Por qué no se me ocurrió planear algo para mañana?

-¿Planes? -respondió ella, a la espera de que él recordara súbitamente que tenía algún trabajo importante por hacer y se alejara.
-Sí, mañana, viernes, fin de semana... Cuando tienes tanto trabajo necesitas relajarte.
-¡Ah! Bueno, voy a relajarme mucho en casa. Ha sido demasiado estrés esta semana como para ir haciendo planes, agregó Karina bajando un poco la mirada y removiendo un par de papeles en su escritorio.

Miguel la miró, sonriendo.

-Te propongo algo mejor. ¿Conoces el Bar Munich? Es aquí cerca y el ambiente es bueno. ¡Vamos mañana!

Karina también sonrió, relajada. ¿Había mencionado el Munich? Sabía que ya no necesitaba inventar excusas ni procurar ser diplomática para no salir con aquél chico que parecía tan empeñado en frecuentar su oficina. Esa reunión no se concretaría.

La historia de la "maldición" había comenzado muchos años atrás. La tarde en que, caminando por el centro de Lima, Carlos y ella pasaron por la entrada del bar.

-Éste lugar es precioso –le había dicho, mencionando además que había ido con su enamorada -Cuando tengas enamorado dile que te traiga aquí.
-Entonces nunca voy a entrar a ese lugar, le había respondido ella, riendo.
-No debes hablar así, aún eres muy joven.
-Y siempre lo voy a ser porque no pienso vivir mucho, continuó ella.

Karina había repetido esas frases muchas veces durante aquella etapa. Estaba bastante segura acerca de cómo sería su vida, o al menos de lo que estaba dispuesta a enfrentar. Cargar con la responsabilidad de una relación de pareja o vivir hasta ser anciana no estaba en sus planes.

Un par de años más tarde, con un grupo de practicantes, surgió nuevamente la idea de una reunión en aquél bar. Uno del grupo cumplía años y Karina sugirió el Munich, curiosa por conocer el lugar que años atrás le habían mencionado; sin embargo, Luis estuvo en contra. Finalmente el grupo desistió de ir al Munich, pero ni aún así Luis llegó a presentarse el día de la reunión pues su padrino había fallecido y debía asistir al velorio.

Algunos años después Karina volvió a intentarlo. Un par de amigos la requerían como una especie de testigo o árbitro para un segundo encuentro en una disputa de menor importancia, que más bien podía considerarse un pretexto para un fin de semana alcohólico. El perdedor del primer encuentro declaró su inconformidad con el bar como punto de reunión, por maloliente y añejo, según dijo, y al final el encuentro revanchista tampoco se llegó a dar por lo cual el ganador original nunca perdió su título de vencedor.

La siguiente vez no fue Karina la que sugirió ir al Bar Munich, pues hacía tiempo que había olvidado aquél lugar. Su compañera de trabajo Rocío, por otro lado, lo frecuentaba con regularidad y era probable que hubiese ido con Miguel así como había ido con Jano, el amigo de la oficina dos pisos arriba que le había presentado anteriormente. En una conversación Rocío le había sugerido a Jano ir al Bar Munich por algo de "medicina" y, estando Karina presente, la había incluido en la propuesta. La invitación motivó una mención por parte de Karina acerca como nunca había logrado ingresar a aquél lugar. Sus amigos rieron y le animaron. "El año recién empieza", le dijeron. "Si no se puede a la primera, seguimos intentando y así hasta lograrlo", agregaron entre risas. El primer fin de semana propuesto resultó que Karina no lo tenía disponible; para el siguiente fue Rocío quién tenía pactado un compromiso; un mes después volvieron sobre el tema y acordaron una nueva fecha bajo la condición que todos estuvieran libres de exceso de trabajo, sino volverían a intentarlo la semana siguiente. Sin embargo, un día antes del encuentro programado, Rocío fue la portadora de una noticia.

-¿Ya supiste?
-¿Supe qué?
-Jano volvió con su ex.
-Ah... ¿Y eso significa...?
-Que no está disponible mañana. 
-....
-La verdad es que tengo mucho trabajo y tú también.
-Sí, es cierto.

Karina despertó de su ensueño de cinco segundos y se dio cuenta que había estado sonriéndole a Miguel todo ese tiempo mientras recordaba su historia con el bar.

-Resulta que no puedo ir a ese lugar. Mi religión me lo prohíbe, le dijo, haciendo un mohín.
-Bueno, entonces vayamos al cine. Haz caridad con ésta pobre alma que hace años no pisa una sala de cine.

Karina pensó que eso ya era demasiado teatro. Por otro lado, hacía tiempo que tampoco iba al cine, y esa era una de sus pasiones más antiguas. El almuerzo con él tampoco había sido desagradable, solo le molestaba que rondara demasiado cuando no estaba dispuesta a atender pretensiones. Reflexionó un momento y se dijo a sí misma que quizás era demasiada vanidad suya imaginar que Miguel tuviera pretensiones. Y, después de todo, el cine era el lugar más neutral que conocía desde siempre para ir con amigos que sólo serían amigos.

-Hace tiempo que tampoco voy al cine. Ni siquiera tengo idea de lo que esté en cartelera.
-Me han dicho que hay varias buenas así que seguro podemos elegir alguna para ver. ¿Te busco mañana a la salida?
-Está bien. Aunque quizás me demore. Mejor te aviso mañana a la hora que voy saliendo y vemos dónde nos reunimos.
-Perfecto. Hasta mañana entonces.
-Ajá.

Karina lo vio alejarse, y se preparó para el interrogatorio y comentarios de Rocío que se encontraba a unos pasos. Aunque su amiga no hubiese escuchado todo lo que hablaron, seguro tendría varias cosas que decir al respecto.

martes, 7 de febrero de 2012

Llovizna.


Diez de la noche. La llovizna ha sido más persistente de lo que se podría pensar en ésta época. Se forman charcos en la vereda que da a mi cuarto. Una escoba me ayuda a solucionar parcialmente el problema. Si la lluvia continúa no bastará con barrer el agua hacia el patio.

Once de la noche. En el patio hay cajas sobre cajas de cartón que están completamente empapadas. No importa demasiado; ya estarán secas para cuando les toque ir a donación. El pequeño almacén en una esquina es el verdadero problema. Si el agua entra por debajo de la puerta será dificil de limpiar, y algunas otras cosas al ras del suelo podrían malograrse. Además no es saludable que se formen charcos de agua donde no se evaporarán fácilmente o por sí solos. La lluvia parece detenerse y luego reinicia. Marina no lo piensa dos veces. Cuando vuelve a entrar bajo techo ya se ha encargado de recoger un poco de agua en baldes y bateas, con la ayuda de escoba y recogedor. Se cambia las sandalias porque se han mojado, y cuelga una bata que ha usado para protegerse de la lluvia.

Doce y media de la madrugada. Lisy acaba de llegar. Minutos antes, Marina y yo observábamos lo desproporcionado de los nuevos charcos de agua en el patio. Mi vereda nuevamente está inundada y amenaza con entrar a mi cuarto. Llevar sandalias no parece lo más apropiado para comenzar a baldear, así que pienso en mis zapatillas que están allá dentro en mi cuarto. Lisy lleva zapatillas. Le advertimos que no prenda la luz del patio porque es peligroso. Además, la última vez que presioné el interruptor, el foco parecía no alumbrar demasiado. Marina fue a buscar la linterna. Al poco rato, mientras Lisy barría el agua, Marina y yo observábamos desde el pasadizo alumbrando con la linterna. Se sintió una brisa helada y las gotas resbalaban casi sobre nosotras, por la pared de la puerta abierta.

-¡Qué rica la lluvia!

Marina sonrió.

-¡Hoy es luna llena!, recordé.
-No, fue ayer, dijo Lisy.
-Es el 7, repliqué.
-Pero desde ayer estaba llena...
-Ah, entonces es mañana, dijo Marina.
-Por eso, ya es hoy. Llueve y es luna llena...
-...
-¡Oh lluvia!!, digo extendiendo los brazos.
-¿Qué hacemos, magia?, dice Marina.
-Magia hice ayer, estuve bailando, ves? Habrá sido la danza de la lluvia.
-Ah, por eso está lloviendo.
-Así es. 
-...
-¡Oh lluvia!!! En luna llena!

Reímos.

viernes, 3 de febrero de 2012

Ramses. Una fría estatua de piedra. (II)


Karina estaba entusiasmada. Mientras que al principio habían conseguido reunirse al menos una vez al año para una buena charla, hacía dos o tres años que no se había encontrado con Renata, su más antigua amiga y confidente de la época de la universidad. Además, también Carlos había aceptado la reunión y eso lo hacía más interesante.


Una buena charla! Karina a menudo extrañaba una buena charla. Con Renata, siendo estudiantes, sostenían interminables conversaciones donde compartían experiencias y procuraban comprender el mundo desde su inexperta visión. Un tiempo después sería con Carlos con quien compartiría esos momentos. Al llegar a este punto de sus reflexiones Karina se detuvo. Intentó recordar el tenor de las conversaciones con Carlos. Sabía que con Renata sus diálogos eran equilibrados, intercambiando información y bromas, en ocasiones a un ritmo veloz . Con Carlos en cambio, le parecía recordar que era él quién dominaba los diálogos, contándole historias sobre su trabajo, sobre su familia, sobre sus amigas, sobre su pareja. Era curioso que lo recordara así; después de todo, ella tenía fama de hablar demasiado y no era coherente que recordara haber cumplido más el papel de oyente en su relación con él.


Después de una semana Carlos no se había comunicado, y debía hacerlo. Cuando Karina le escribió insistiendo por segunda vez, él continuó evadiendo la reunión. Si había aceptado en un comienzo, ¿por qué de repente parecía querer alargar y complicar más el encuentro? Entonces Renata recordó aquella vez, cuando después de años sin tener mayor contacto volvieron a frecuentarse por medio de internet. Habían intercambiado algunos e-mail y él sugirió que debían reunirse para conversar. -Una buena charla, genial! -pensó ella. Quedaron en reunirse el siguiente fin de semana. Sin embargo, un día antes, le escribió excusándose pues tenía una reunión programada para ese día y le propuso postergarlo para el siguiente viernes. Ella aceptó pero no tuvo que esperar mucho para recibir otra postergación vía otro e-mail.


Karina:


Mil disculpas, como el sabado es dia del trabajador, debo salir con mi equipo de trabajo la noche del viernes. Se sacan la mugre, corresponde una salida.


Coordinemos la fecha, nuevamente disculpas,


Saludos!!!


Carlos.


Nunca se reunieron para conversar y Karina casi había olvidado el episodio. Como casi había olvidado aquella vez que tenía tantas dudas en la cabeza que al verlo en línea, y a pesar de que ya no le tenía la confianza de su época de estudiantes, procuró su atención haciéndole una pregunta que la pudiera ayudar. Él se excusó diciendo que en aquél momento estaba demasiado cansado. Que otro día podían conversar, pero que no fuera tal día porque debía dictar clases hasta tarde, pero que el siguiente a ese estaría bien. 


Habían sido tan buenos amigos, pensó ella, que parecía inmune a recordar las veces que él le había fallado anteriormente. Aunque si continuaba haciendo memoria, esa había sido la base de su demasiado prolongada relación amical.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Ramses. Una fría estatua de piedra. (I)




-Aló.
-Aló. Kari? Es Magda, cariño, ¿cómo estás?
-Hola Magda. Bien, y tú que tal? ¿Qué cuentas?
-Te llamaba por la visita que te tengo pendiente. ¿Cuándo paso por tu oficina?
-Cuando quieras. Mañana estaría bien.
-Okidoki, voy mañana... Ah! Por cierto, a que no adivinas a quiénes vi ayer.
-Mmmmm... Pues no... ¿A quiénes?
-Vi a tus amigos del alma almorzando juntos, a Carlos y Renata.
-Así... ¿Cuándo... ayer? ¿Y los saludaste?
-Sí, ayer. No, apenas los vi pero no pude acercarme a saludar, sabes, tenía una prisa! Solo alcancé a ver que se les veía muy alegres, eran puro jajaja...
-Bueno, Renata siempre está de buen ánimo y Carlos... 
-¿Entonces ustedes aún se frecuentan? -interrumpió Magda -Ese muchacho, tiene historia...
-Sí, así es, a estas alturas todos tenemos historia. 
-Tienes razón. Bueno, querida, no te molesto más. Nos vemos mañana.
-Te espero mañana. Bye.


Karina apretó el botón de finalizar llamada y respiró hondo. Era inútil negarlo, un profundo resentimiento había anidado en su interior. Parecía tan lejano el día aquél en que se encontraba del otro lado de la historia.


Aquella tarde se encontró con Carlos y lo acompañó de compras a Polvos Rosados. Hacía poco habían terminado los trabajos en la casa de él y estaba buscando piezas para decorar su dormitorio. Se detuvieron a ver unos cuadros. Karina recordó la pintura que más le impresionó, un hermoso unicornio con un fondo verde en tono pastel. Carlos también lo miró y le dijo -Si fuera más joven quizás compraría ese, pero creo que ahora necesito otra cosa. -Ella estuvo de acuerdo. -Definitivamente, ese no es para ti -le dijo sonriendo. Caminaron un poco más y entonces se encontraron con aquél otro muchacho.


-¿Cómo es que se llamaba? -se preguntó Karina. 
-Oscar. Creo que falleció -se dijo a sí misma, mientras continuaba recuperando sus recuerdos. 


Oscar los miró asombrado, -Hola! -saludó con una amplia sonrisa. -Hola! -le respondieron ellos sin mayor comentario y siguieron cada cual su camino.


Carlos terminó sus compras y Karina decidió ir a la universidad. Una vez ahí encontró a un buen grupo de sus compañeros en un salón, pasando el tiempo, y se unió a ellos. Otros más fueron llegando y se situaban frente a las carpetas conversando entre todos. En eso, llegó Oscar haciendo un anuncio.


-Adivinen a quienes acabo de ver!


Karina permanecía sentada, oculta detrás de algunos chicos.


-¿A quién? -respondieron en coro varios.


Entonces Karina se inclinó a un lado y Oscar la vio.


-Ah! Ya regresaste.
-Sí, ya regresé -le dijo ella mirándolo fijamente.


Todos debieron entender a quién había visto Oscar, y quizás también con quién la habían visto. Después de todo, las suposiciones y los rumores ya debían de haber surgido mucho antes. Nadie insistió en querer saber más y Oscar se acercó nervioso a Karina y comenzó a conversar con ella sobre un tema que a ella poco le importaba.