jueves, 24 de abril de 2014

Milagrosa mutación del acceso a internet de Movistar Speedy


Bordeando lo inaudito, el día de ayer mi familia tuvo que soportar nuevamente el abuso cometido por los operadores comerciales de Movistar, después de recibir una llamada ofreciendo un servicio.

Mi familia apenas ha dejado atrás la angustiosa semana de constantes reclamos por teléfono y redes sociales a raíz de la suspensión arbitraria de nuestro servicio de internet ocurrida hace poco menos de dos meses, cuando de manera sorpresiva nuestro acceso volvió a quedar interrumpido parcialmente. La vez anterior —el 28 de febrero pasado en horas de la mañana—, un operador comercial de Movistar sostuvo una conversación con mi padre, el cual terminó ofuscado por las impertinencias de su interlocutor al otro lado de la línea telefónica. Algunos minutos después, el internet fue suspendido por completo. A través de las llamadas al 104, pasando de uno a otro "encargado", supimos que en aquella llamada atendida por mi padre habían consignado la aceptación de un "escalamiento de megabytes" con el que ya contábamos y el cual nunca fue aceptado. Luego de repetidos reclamos conseguimos que nos fuera restituido el servicio, aunque sospechosamente tanto el router Dlink como un aparato telefónico que usábamos de anexo terminaron dañados y fue necesario darlos de baja. Como consecuencia de la "aventura" adquirimos un nuevo módem del mismo Movistar para conectarnos a internet.

Ayer, también por la mañana, fue mi madre quien ante la insistencia del timbre telefónico corrió a contestar la llamada, desatendiendo sus labores de ese momento. Cuenta mi madre que apenas entendió de quienes se trataba, respondió de manera tajante que ya contábamos con todo y que no deseábamos ningún servicio adicional. Su interlocutor insistió preguntándole si el servicio con el que contaba era de Movistar Speedy, a lo que ella respondió que no tenía porqué darle mayores datos —un consejo que a menudo repetimos en casa— y a continuación le colgó. Mi hermana que había estado en aquél momento en línea, notó a los pocos minutos que aparecía desconectada de internet. Para cuando yo me hice presente había pasado una media hora desde el corte, y noté la ausencia del internet al intentar conectarme al wifi de casa. Fue mi madre quien engendró primero la sospecha de que podía ser consecuencia de la llamada que recibió, de manera similar a lo ocurrido la vez anterior. 

Sin esperar más tiempo, llamé al 104 donde me atendió una señorita bastante amable y es seguro con mayor paciencia de la que yo estaba dispuesta a ofrecer. Al nombrarle mi problema, la operadora hizo las preguntas usuales sobre el estado de las luces del módem: primero del "ADSL" y luego del led "Internet". Al decirle que aparecían brillando y estáticos me dejó esperando un momento y a continuación dijo con cierta insistencia que contaba con internet. Como a mi vez insistí que NO era así pues el celular continuaba sin captar "señal", la operadora me pidió que reiniciara el módem. Repliqué haberlo hecho antes de llamarla, sin embargo lo volví a hacer. Además, como hasta ese momento mi hermana y yo sólo habíamos intentado conectarnos por wifi, al mismo tiempo de reiniciar el módem procedí a encender la computadora conectada por cable. Al hacerlo comprobé que la computadora en verdad tenía acceso a internet, pero ni mi celular ni la computadora de mi hermana identificaban la señal de wifi. Al decírselo a la operadora pidió que le brindara el usuario y la clave del módem; se los di y luego de hacerme esperar un intervalo más o menos largo de tiempo respondió que el nombre de mi usuario era "combita" y no el de fábrica que yo le había proporcionado. A continuación me hizo un breve interrogatorio para —al parecer— detectar si pretendía realizar un acceso doloso a una cuenta que no me pertenecía.

Una vez superado los "clave y señas" de identificación del titular, me había dado perfecta cuenta que el nombre "combita" había aparecido en la lista de señales de wifi de mi celular y me había llamado la atención por ser nuevo en mi zona. Perdida la paciencia por completo y a punto de ebullición, llamé la atención de la operadora para contarle brevemente el incidente anterior de estafa/suspensión de internet, concluyendo que resultaba EXTRAORDINARIO que ahora mi usuario de internet hubiese cambiado MILAGROSAMENTE de un momento a otro, poco después de la llamada del operador comercial de Movistar que contestó mi madre.

A partir de ese momento me dediqué a interpelar a la operadora acerca de cómo era posible un cambio de usuario, ya que me constaba que hace menos de una hora antes el acceso a internet se hacía mediante el usuario y contraseña de fábrica del módem adquirido hace poco, a lo cual respondió que mediante un acceso por cable. Como esa explicación no tenía cabida, le enrostré que ese cambio lo podían hacer ELLOS y la operadora, aún intentando sugerir una explicación, aceptó que no había registro de una petición de cambio de contraseña por parte de nosotros. ¡Por supuesto que no habíamos llamado para pedir ningún cambio! ¡Y por supuesto que a pesar de ello el usuario y la contraseña de mi módem habían sido CAMBIADOS hace menos de una hora! A continuación y después de dejar claro mi punto, le pedí que me indicara el procedimiento para realizar el cambio/recuperación de usuario y contraseña para acceder al internet vía el wifi del módem.

Dos últimas apreciaciones respecto al servicio ofrecido por Movistar y las llamadas recibidas ofreciendo cualquier servicio. Primero, con motivo del corte del servicio de internet por una semana sufrido anteriormente, preguntamos acerca del descuento que correspondía por esa falta y dijeron que efectivamente habría un descuento. Si bien se hizo efectivo algún descuento, de manera INSÓLITA el recibo de Movistar correspondiente al mes del corte nunca llegó a casa, por lo cual no contamos en papel con el detalle del monto descontado. Segundo, no hace mucho escuché un par de veces en la radio a funcionarios de Indecopi reiterando la utilidad de su servicio para no recibir llamadas OFRECIENDO SERVICIOS Y BIENES QUE NO SE HAN SOLICITADO. Animada por ello, y aunque recordaba haber inscrito el teléfono de casa años atrás, ingresé a la página indicada y en efecto, el registro era vigente. En resumen, inscribir el teléfono en NO INSISTA de Indecopi para no recibir llamadas no deseadas ¡NO SIRVE, Y NUNCA HA SERVIDO PARA # NADA!


Dejo la dirección del Libro de Reclamaciones de Movistar para quien le pudiera ser útil: 


También anoto la dirección del inútil servicio NO INSISTA de Indecopi para quien lo desee visitar.


miércoles, 12 de marzo de 2014

Cuando el embuste o el riesgo de ser embaucado es parte del servicio ofrecido

Antecedentes

Como una buena parte de las historias que nos unen a las empresas prestadoras de servicios, todo comenzó con una llamada. Aquél día, por vez consecutiva en las últimas semanas, una representante de ventas de Movistar llamó a casa para ofrecer un "upgrade" de la línea de internet y, como algunas veces antes, atendió el titular de la línea, mi padre. El día anterior, mi hermana había contestado una llamada similar.

Una semana antes, aproximadamente, yo misma había contestado una de esas llamadas. La joven al otro lado del teléfono ofreció rápidamente subir la línea a 8MB a cambio de diez soles adicionales en el recibo y yo, que no estaba dispuesta a concederle más tiempo para que me lo hiciera perder, le dije que no estábamos interesados y colgué. Hasta ese momento no estaba al tanto de las continuas llamadas de los representates comerciales de Movistar a mi casa, y mi hermana menor, mejor enterada que yo, me confirmó que su constante impertinencia tenía fastidiados a mis padres.  Me resultó peculiar la situación debido a lo que, por otro lado, yo sabía de antemano. Unas cuatro o cinco semanas antes de la llamada que atendí y debido a que tenía problemas al navegar, un amigo había comprobado que mi servicio de internet me otorgaba 8MB, descartando así que la lentitud de mi máquina fuera por el servicio de Speedy. Decidida a superar el problema, llamé a otros amigos que se encargan de mi computadora y uno de ellos se interesó en revisar cuánto marcaba el internet. La cantidad que indicó era mayor a 6MB. Considerando que en la práctica la velocidad suele ser inferior a lo que indica el valor contratado, la velocidad comprobada era acorde con lo dicho por mi otro amigo una semana antes. Entonces, sabiendo todo esto, ¿qué sentido tenían las llamadas ofreciendo algo que ya teníamos, además, por un cargo adicional a nuestra tarifa? Para hacerlo más irónico, un día después de conocer que pretendían cobrarnos un monto adicional por el upgrade, llegó a casa una esquela del mismo Movistar anunciando que por ser "clientes especiales" nos habían hecho el upgrade de la línea sin costo adicional.


Historia de un fraude

La última llamada que recibimos promoviendo el "mejoramiento del servicio", la cual contestó mi padre, fue alrededor de las once de la mañana del viernes mientras yo estaba presente. Al principio creí que se trataba de algún familiar llamando a casa. Mi padre es cortés y en ocasiones bromista cuando contesta las llamadas telefónicas, así sean de desconocidos, por lo que su inicial tono amable no me dio mayores pistas acerca de su interlocutor. Sus repuestas sin embargo, se tornaron algo extrañas y luego indicaban impaciencia. "Yo soy de...", "Lima", "¡Soy de... pero vivo en Lima! ¿No me entiende?", lo había escuchado decir. Luego colgó y se retiró enojado. Cuando le pregunté quién había sido respondió sofocado: "¡Esos de Telefónica, todos los días llaman! ¡No sé qué quieren!". 

Ya casi era la hora de almuerzo y me senté un momento frente a la computadora con la intención de navegar un poco, revisar mis redes, escribir, leer, todo aquello que se hace en internet. No tenía internet. Le pregunté a mi hermana, en una habitación contigua, si tenía el mismo problema y resultó que sí, que ya hacía un buen rato se había ido la señal. Debo decir que la señal de internet no es perfecta. El día anterior, jueves, habíamos tenido un corte de unas tres a cuatro horas casi a la misma hora, y tan inexplicablemente como se había ido había regresado. Ese viernes, sin embargo, no tuvimos señal toda la tarde, no había vuelto cuando salí a la calle, ni se había restaurado cuando regresé de mi salida a eso de la medianoche. En casa utilizamos internet para algo más que sólo leer y comunicarnos, pero ni esa tarde ni la mañana siguiente pudimos hacer trabajo alguno que requiriera la red. Por la tarde del sábado, a la llegada de mi hermana y su esposo, el problema persistía. Mi cuñado llamó al 104 y le contestó una grabadora indicando que "por problemas en la zona estaba suspendido el servicio de internet". Resignación. Quizás estaría resuelto el problema al día siguiente. 

El día domingo por la tarde prendimos el módem en espera de conseguir la señal perdida de internet. Imposible. Incluso mi madre -que no acostumbra usar computadoras- sabía que las primeras luces apagadas de nuestro antiguo router -marca Speed Touch y sin antena para wifi-, indicaban una falta de señal. Igual de evidente resultaba que el segundo led del router D-Link, el del wifi, tampoco brillaba y tan solo se distinguía el primer tono verde del indicador de encendido. Llamada al 104. Según sus registros el corte podía durar una semana pues estaban siguiendo el procedimiento mediante el cual nos subirían la velocidad del servicio. ¡Grito al cielo! Habíamos estado sin servicio por tercer día consecutivo, y aunque en un inicio contestó una grabadora señalando un problema general, ahora respondían diciendo que el titular de la línea había aceptado el "upgrade" con el que nos habían estado importunando las últimas semanas. -¡De ninguna manera!-, le dije a mi hermana cuando repitió dudosa la respuesta recibida. 

Mi hermana, como yo al principio, no estaba al tanto de lo sucedido las últimas semanas respecto a las "ofertas" para mejorar el servicio de Speedy, ni podía saber si lo que decían respecto a la aceptación del servicio era cierto, pues aunque mi padre está bien advertido de decir que NO ante cualquier ofrecimiento, siempre cabe el temor de que mediante alguna argucia consigan arrancarle un SÍ. Mi hermana repitió en voz alta lo que le decían, que el día viernes a las 11 horas... el señor... había aceptado el escalamiento del servicio y que estaba grabado. -¡No aceptó nada! -le insistí. -Yo escuché la conversación y nunca dijo que SÍ -le aseguré. Más confiada, mi hermana replicó al que atendía el reclamo, el segundo o tercero en ese momento, que no se había aceptado nada, y lo retó a mostrar alguna grabación probando lo contrario. Ante su insistencia se produjo una nueva pausa, luego de la cual no volvieron a mencionar la supuesta aceptación del contrato y mencionaron que en unas 72 horas estaría repuesto el servicio. Ya habíamos perdido tres días de servicio y ahora nos decían que probablemente los siguientes tres días tampoco tendríamos servicio, mi hermana presionó, pidió hablar con una instancia superior, trasladaron su llamada y le prometieron que a lo más en 48 horas sería repuesto el servicio.

Lunes por la noche, el internet no había vuelto a casa. Otra llamada, otro nombre adicionado a la lista de personas que atendían nuestros reclamos pero que finalmente no solucionaban nada, otro ofrecimiento de que en 24 horas el problema sería solucionado. De nada valía espetarles que el problema lo habían originado ellos. Aunque ya no mencionaban el supuesto contrato aceptado por el titular de la línea, nosotros sí que se los hacíamos recordar. Aceptaban que ya había sido hecha la anulación pero el servicio no retornaba. El martes fue la misma historia.

El miércoles nuestros ánimos estaban desbordados. Sin embargo, un extraño cambio era evidente en las señales del D-Link. Tanto la luz del encendido como la del wifi estaban encendidas, pero no en verde como ocurre cuando funciona con normalidad, sino ambas en naranja. No había internet. Llamé a eso de las once de la mañana al 104, pues sin importar cuánto tiempo pasara Movistar no iba a sacudirse de nosotros tan fácilmente, y sin mencionar los antecedentes esperé a escuchar lo qué responderían en ese momento respecto a nuestra falta de señal. La joven, de Movistar Speedy, dijo algo así como "todo está desconfigurado", y a continuación me preguntó qué luces del router estaban encendidas, específicamente preguntó por el ADSL. Resulta que en el Speed Touch (el módem antiguo) no existe una luz rotulada como ADSL. "Su equipo debe ser antiguo, ¿me indica qué marca es?", volvió a preguntar la operadora, y a partir de ahí hizo otro comentario del tipo "voy a ver si se puede configurar", cosa que no ocurrió. En medio de cierto diálogo hizo una observación por la interferencia (lluvia) que se escuchaba en la línea del teléfono, le dije que había cambiado al inalámbrico y quizás se debía a eso. Cuando empezó a decir que iba a "generar un reporte" perdí la paciencia y le hice un recuento airado de todo nuestro historial de reclamos sin dejar de mencionar algunos adjetivos que fueron desde "ineficientes" hasta "estafadores". Terminada mi historia le pedí que continuara con lo que estaba diciendo y quedó registrado que enviaría a un técnico. Además, como era temprano, la operadora afirmó que posiblemente llegarían ese mismo día. Antes de terminar la comunicación ya me encontraba pensando ¿cómo es que a nadie se le ocurrió antes enviar un técnico? 

Al mismo tiempo que yo había quedado en espera del servicio técnico, mi hermana se había comunicado con Soporte Movistar por medio del facebook. Explicando reiteradas veces nuestra situación pidió el Libro de Reclamaciones pero nunca se lo facilitaron. Por su cuenta lo buscó e ingresó su queja. Más tarde, como el servicio técnico prometido nunca había llegado, realizamos una nueva llamada al 104 y nuevamente sobrepasaron nuestras expectativas. Resultó que el reporte de la operadora de Movistar Speedy había sido ingresado como "falla en la línea telefónica". Un nuevo reclamo sobre el reclamo no se hizo esperar. Habíamos estado llamando desde un principio por la línea de internet y el último reporte indicaba una falla en el teléfono, pero no más. Estábamos indignados, mi hermana al teléfono continuaba pidiendo nombres para tenerlos como constancia y presentarlos en caso de ser necesario, y por mi parte -hablando fuerte para que escucharan al otro lado de la línea- mencioné como últimos recursos llamar a Radio Capital, denunciarlos con Indecopi, y publicar lo ocurrido en las redes sociales. Minutos después de cortar la llamada, recibimos una llamada de parte de Movistar haciendo una encuesta para valorar su servicio. 

-Del 1 al 5... ¿cómo califica la solución a su problema? 
-Uno. 
-Del al 1 al 5... ¿como califica la atención recibida por teléfono? 
-Uno.


Un problema de áreas limítrofes

Si algo quedó claro después de las dos últimas llamadas que realizamos al 104 fue la necesidad de entender la diferencia de prioridades de las diferentes áreas en Movistar. Mi hermana había recabado en una de las primeras llamadas el nombre de alguien que dijo ser "supervisor". Cuando a mi vez le mencioné el nombre a la joven que me atendió como parte de Movistar Speedy, dijo desconocer al tal supervisor y agregó: "Debe pertenecer al área comercial". ¡El área comercial! ¡Por supuesto! El área comercial procura vender, no le importa realmente o no tiene mayor conocimiento, de la parte técnica de los servicios que ofrece, para eso está el área de soporte

Después del pésimo servicio recibido me atrevo a afirmar que de haber desistido en nuestros reclamos después de las primeras llamadas, es bastante probable que los del "área comercial" no habrían movido ni un dedo para procurar la solución de nuestro problema. Después de todo, si se alargaban los días, aún quedaba la posibilidad de que por lo menos una vez, nos cobraran el adicional que pretendían cobrar por un servicio que ya teníamos sin mayor costo, lo cual sería un logro para ellos. Por otro lado, está la solidaridad de grupo. El viernes de la llamada fatídica era fin de mes, la joven impulsadora que embaucó a sus empleadores de Movistar haciendo pasar como válido un contrato que no fue aceptado por el usuario, pudo haberlo hecho presionada por alcanzar la meta fijada para lograr la comisión del mes, o para no ser despedida. Y sus compañeros del área comercial, y quizás de otras áreas también, pueden estar más o menos acostumbrados a "tapar" esas fechorías. 

El día jueves llegó un técnico para revisar el problema del internet. Aquél día las luces del router wifi habían vuelto a su estado inicial, tan solo la luz de encendido brillaba con un tono verde, no más luces naranjas. Aunque era un joven amable -me preguntó desde cuándo teníamos 10MB de internet y como negué esa información me mostró su hoja de servicio donde estaba impreso el servicio por 10MB-, al técnico pareció importunarle que nuestro módem fuera tan antiguo y después de un intento infructuoso de configurarlo, o algo así, salió a traer otro con el cual probar la recepción de señal. Antes, había revisado el teléfono anexo e indicó que estaba averiado. -¡Para colmo de males!-, pensé. El mismo teléfono desde el cual habíamos iniciado todos los reclamos, y el mismo desde el que más temprano esa mañana se había realizado una llamada sin mayor dificultad, no funcionaba correctamente pues timbraba una vez y se perdía la señal. Para ser más precisos, el técnico dijo que debía ser un error del "filtro", aquél pequeño aparato que evita las interferencias entre la señal de teléfono y la señal de internet cuando llegan por la misma línea. Aún no terminaba su trabajo cuando un nuevo técnico tocó la puerta de nuestra casa, enviado también por Movistar para revisar la línea del teléfono. Ambos técnicos intercambiaron saludos, el primero desde dentro de la casa mientras el segundo continuaba fuera, y luego de una breve conversación el segundo se retiró. 

Volviendo a la prueba del internet, mi máquina por fin daba muestras de poder navegar en la red nuevamente. El técnico explicó que no había problema con la señal, pues lo único que había hecho era conectar directamente la computadora al módem, y que el error debía ser del D-Link. Le comenté las extrañas luces naranjas del día anterior, y sugerí que era curioso cómo se habían malogrado el filtro del anexo, quizás el mismo teléfono anexo, al mismo tiempo que el router wifi, pero no quiso responder nada más al respecto. Le pregunté si podía cambiarlo y negó tener un filtro para realizar el cambio. Escribió en su hoja de servicio y se retiró.

A los pocos minutos de retirarse el técnico que había acudido por el problema de internet recibimos una llamada de parte del técnico de la línea telefónica, ofreciendo cambiar el teléfono dañado. Aceptamos y regresó de inmediato. Revisó el teléfono anexo y, a diferencia del técnico anterior, cambió el filtro, advirtiendo que el equipo telefónico también parecía parcialmente dañado. Para evitar molestias posteriores terminamos cambiando el equipo telefónico, no por el que nos ofreció sino por otro que no usábamos, pues el mismo técnico dijo que el nuestro era superior al que traía en cambio. 


Escuela de embaucadores

Por fin después de siete días contábamos nuevamente con la señal de internet, pero aún nos faltaba la señal de wifi que hasta una semana antes nos llegaba por medio del router D-Link, ahora dañado. No quedaba más que llamar nuevamente al 104, esta vez para adquirir un nuevo módem con antena de wifi integrado. La operadora que atendió me proporcionó la información que requería para realizar la compra y aprovechó para mencionar una oferta en la cual, le hice saber, no estaba interesada. Como requisito para concretar la venta del equipo se necesitaba la aceptación por parte del titular de la línea -déjà vu-, por lo cual mi padre contestó el teléfono mientras yo monitoreaba su conversación. La operadora le pidió todos sus datos y, ante mi sorpresa, volvió a ofrecer la promoción que constaba de un equipo módem más un teléfono inalámbrico al cual yo me había negado anteriormente. Mi padre indicó amablemente que no estaba interesado, pero sentí la necesidad de apresurarlo a decir con todas sus letras "NO ACEPTO", cosa que hizo. Entonces, la cortés operadora le pidió a mi padre que espere en línea y trasladó la llamada. Cuando creímos que en la siguiente llamada tan sólo completarían la transacción, el operador comenzó nuevamente todo el proceso de compra, demostrando que la joven anterior estaba más interesada en vender su promoción de dos equipos, que autorizada a vender un único módem. En otras palabras, nos hizo perder el tiempo. 

El viernes -ocho días después del primer intento de fraude y un día después del segundo-, alrededor de las once de la mañana, instalaron el nuevo módem con wifi y el antiguo pasó al baúl de los recuerdos. Al día siguiente llamaron preguntando si el equipo módem había sido entregado y, con mucha amabilidad, la operadora indicó que si hubiera cualquier problema no dudemos en llamarlos. Como suele decir mi madre en estos casos de súbito buen trato, "ahora están sedita". 

Poco a poco hemos restaurado los nombres y claves en todos los equipos que se "cuelgan" del wifi en casa, y cuando tan sólo faltaba arreglar el asunto del descuento en el recibo por los días sin servicio, recibimos una llamada grabada que mencionó algo así como menos de 1 sol por día de descuento, lo cual no estoy segura de que se corresponda con su tarifa mensual. Fue tan rápido el anuncio que más duró la sorpresa de recibir otra llamada suya que el tiempo para prestar atención a lo que decían. Habrá que ver cuánto viene en el recibo a fin de mes, o quizás aún sea necesario recurrir al 104 para presentar un nuevo reclamo, y si nos alcanzan el tiempo, la paciencia, y las fuerzas, es posible que lleguemos hasta Indecopi, Osiptel, o el organismo que haga falta. 

Lo cierto es que después de esta experiencia, de hoy en adelante, los operadores teléfonicos de Movistar y todo el que esté a cargo de sus operaciones cuenta con mi incondicional suspicacia, pues a la acostumbrada ineficiencia de la compañía se suman sus procedimientos engañosos con intenciones fraudulentasenredando con argucias al usuario, tendiendo trampas a diestra y siniestra, actuando como embaucadores, embusteros, ¡y filibusteros si hubieran! ¡Diantres!

lunes, 12 de agosto de 2013

Pañuelos en crisis


Extraño los Kleenex Junior en bolsa, similar a las de caja de cartón, pero con pañuelos más delgados y de menor tamaño a las otras presentaciones de la marca. Desde hace unos meses ya no encuentro las bolsas de papel tissue en ningún lado, y eran muy prácticas para las ocasiones de resfriado/casi-gripe/maten-al-animal-para-que-no-sufra. Además, ocasionalmente me servían de servilleta en la oficina, y por ser bolsa podía llevarlo en la cartera cuando salía de paseo. 

Tampoco encontré la presentación en caja del Kleenex Junior la última vez que pasé por el estante correspondiente del supermercado, e ignoro si la caja rectangular más grande estará disponible en otros lados, porque tampoco la he visto en exhibición. Por alguna razón, solo habían las presentaciones de Kleenex en cubo cuyos pañuelos son más grandes y traen mayor cantidad, pero también ocupan más espacio y no son tan portátiles como las otras. Sus equivalentes en la marca Elite también han desaparecido.

Hace unos días pregunté al respecto en el facebook de la empresa Kleenex y me indicaron que no contaban con la presentación en bolsa, pero que podía usar la bolsita para cartera. ¡Claro que uso la bolsita para cartera! Pero en presentación de Elite que es más pequeña que las de Kleenex, aunque tampoco encuentro esa opción hace unas semanas. Resulta que al igual como ocurre con las presentaciones en cubo o en caja rectangular grande, los pañuelos en bolsita para cartera son más gruesos y de mayor tamaño, así que en resumen, por unidad se gasta más.

Desearía que el desabastecimiento de estos productos fuese temporal, pero al menos en el caso de los Kleenex Junior en bolsa temo que hayan desaparecido para siempre. Aunque cabe la posibilidad de que sea algo más inocente, sospecho que se trate de una política similar a otras tantas, de empresas que buscan aumentar sus ganancias en base a obligarnos a usar más de lo que realmente necesitamos.

viernes, 5 de julio de 2013

Al maestro con (poco) cariño



Cada vez que se acerca el día del maestro debo enfrentarme una vez más con la sensación incómoda de guardar antipatías por tan noble profesión, y no ha sido sino hasta hace pocos años que he conocido profesores que merecen mi respeto y se han ganado mi aprecio. 

Quizás era yo una niña muy crítica, pero el acercamiento a los maestros siendo adulta no ha borrado la impresión negativa que dejaron mis profesores de los primeros años de formación. Como no acierto a sacar la cuenta del número de profesores bajo cuya tutela estuve durante primaria y secundaria, diré que pudieron ser unos veinte como mínimo, y de todos ellos solo dos tienen por siempre mi reconocimiento por la completa entrega a su labor. Dos de ellos no eran autómatas instruyendo autómatas; eran apasionados del conocimiento que compartían con sus alumnos. De hecho, fueron dos mujeres: mi profesora de Lengua y Literatura o como se haya llamado el curso en esa época, y la profesora de Artes Plásticas. Con la primera descubrí que podía concatenar palabras al azar y formar una historia coherente; con la segunda, que yo era terriblemente mala dibujando y pintando pero aún así, siguiendo sus instrucciones, conseguía resultados no tan terribles.

Lo que recuerdo del resto de profesores y profesoras son anécdotas más o menos intrascendentes. Recuerdo a la maestra de Física cuya clase correspondía un 90% a relatos sobre ella y su familia. Al profesor de Literatura que durante la exposición de una alumna comenzó a hacer ruidos extraños con la boca, como si estuviera mascando un chicle, aunque nunca lo vi hacer un globo. También estuvo la que había sido profesora de Formación Laboral y ese año se encargó del curso de Religión. Ante la pregunta de algunas estudiantes ella respondió: "Sé que la religión católica es la única verdadera porque tiene santos". ¡Ya entonces me pareció un disparate! También estaba la profesora de Historia del Perú, de quien todos decían que era buena maestra y yo estaba de acuerdo. No estoy segura de lo que aprendí con ella pues era tan rígida, tan parametrada, sin embargo tenía cierto fuego interior al dictar su clase que era una lástima tener que memorizar tantos lugares y fechas, siendo que lo mejor de la historia, como entendí luego, no se encuentra en esos detalles sino en la comprensión de las causas y consecuencias de los sucesos, los cuales si observamos bien se repiten en un ciclo incansable donde solo cambia la ubicación y la época. Luego estaba el muy anciano profesor de Educación Cívica que hacía prédica política en clases. Debo decir a su favor que con los años resultó que estaba en lo cierto respecto a cierto gobernante de turno; sin embargo, era tan repetitivo, y nuevamente, tan parametrado, que no recuerdo nada de lo que haya supuestamente aprendido con él. Por alguna razón recuerdo que no recuerdo a la profesora de Historia Universal, debía tener muy poca presencia pues apenas llego a percibir en mi memoria el contorno de su figura. Con lo que me gusta leer había leído sobre historia y sabía no poco de ella para ese nivel, pero es seguro que también debía memorizar fechas y más fechas, más algunos lugares, y en clase siempre habían demasiado pocos ¿por qués? Además de todo ello estaban las continuas menciones de los profesores sobre "Los españoles nos robaron nuestro oro", o expresiones xenofóbicas respecto a los chilenos. En aquél entonces aceptaba esas ideas sin darles mayor importancia, pero no tardé mucho en dejar de lado tales prejuicios, a despecho de su contribución a alimentar mi rechazo en contra de quienes me lo inculcaron.

Quizás la anécdota que más veces regresa a mi memoria se refiere a otro profesor de Literatura, de conocida filiación aprista. Es posible que haya contado varias veces antes la historia pero es un claro ejemplo de debilidad emotivo-ideológica por parte del maestro y de manipulación maliciosa por parte del alumno. Debíamos leer una obra, lo cual a menudo representaba cierto tedio para la mayoría de la clase, no para mí, y presentar un trabajo al final, resaltando figuras literarias encontradas en la obra. La literatura peruana, que nos tocaba abordar en aquellas fechas, no era de mis predilectas, sin embargo encontré "La Perricholi" de Luis Alberto Sánchez, escritor aprista entre otros atributos, cuyo personaje femenino llamaba mi atención. Como la obra elegida debía pasar por la aprobación del profesor, íbamos de una en una a inscribir nuestra elección, y ya frente a él tuve uno de esos "instantes de inspiración". Resulta que la obra tiene a su vez un capítulo titulado "La Perricholi", por lo que con fingida duda le pregunté al maestro: "Profesor, ¿debo leer todo el libro o sólo el capítulo 'La Perricholi'?". El profesor apenas titubeó breves segundos, y asintió diciendo: "Sólo el capítulo está bien". Por dentro esbocé una carcajada pues ese era el resultado esperado bajo la premisa de que su "compañerismo aprista" lo haría ser condescendiente conmigo por haber elegido la obra de un peruano con su misma filiación política. Baste decir que le perdí el respeto en ese instante, y así como a él, en su momento o después cuando fui descubriendo el mundo, le perdí el respeto a los maestros en general. Es un prejuicio muy mío que algún día espero superar.

Por cierto, en realidad leí todo el libro y fue una buena lectura. 

miércoles, 12 de junio de 2013

Dejar de buscar


Hace un par de años, más o menos, inicié una búsqueda de algo que en ese momento me resultaba urgente. Buscaba un romance.

Desde temprana edad, tener pareja no me resultó una idea atractiva o algo importante hacia lo cual debiera dirigir mis esfuerzos. Así, en algún momento de mi entonces corta vida decidí que casarme y tener hijos no era algo de lo cual debería preocuparme en el futuro. Si ocurría bien, sino también, no era crucial. Al mismo tiempo, casi sin que yo misma me diera cuenta, me emocionaba a morir por cada historia romántica que me llegaba al corazón y, aunque he leído muchas novelas de diferente época y argumento, los romances que más me impresionaban a menudo estuvieron en la pantalla del cine o de la televisión. Eran estos romances apasionados, imposibles, únicos, mágicos, que hacían latir mi corazón y me llenaban de ese sentimiento indescriptible de que el amor lo es todo y por algo así vale la pena vivir. Solo que terminada la función no conseguía unir esa historia a la mía propia como una posibilidad.

Una vez, siendo apenas adolescente, llegué a preguntarme: ¿Cómo será que eso ocurre? ¿Cómo se da la casualidad que alguien se enamora de una persona y esa persona a su vez le corresponde? ¿Cómo es que se pierden dos personas a sí mismas en la contemplación del otro, y al perderse se unen y se vuelven a encontrar? A estas alturas, aún me hago esa pregunta. Cierto es que en una ocasión dejé que alguien ingresara a mi vida más allá de lo que algún otro había tenido oportunidad y fue una experiencia que tuvo sus altos y bajos, enriquecedora en muchos aspectos puesto que me enseñó mucho acerca de mí misma y cómo yo veía el mundo, pero no fue un romance en el cual me pudiera perder. Fue como uno de esos besos con los ojos abiertos, una relación que habiendo iniciado, sin inicio claro, tenía fecha de expiración. 

Desde que tenía memoria había pasado de estar "enamorada" de uno a otro personaje. Siendo niña, cuando no había nadie real que resultara "amable", o que me inspirara amor, me enamoraba de los personajes de ficción incluyendo algunos personajes animados. Más adelante, una vez que mi círculo de amistades de género masculino se hizo más grande, comencé a encontrar que algunos chicos eran igualmente "amables". Así, el chico del centro de cómputo era terriblemente atractivo, y el otro chico del otro centro de cómputo también. Aunque también estuvo el personaje de tal película, ¡aquella mirada!, cobraba mayor importancia el amigo con el que siempre podía conversar, o el compañero de trabajo con el cual salía a divertirme y lo pasábamos tan bien. Pero todos ellos eran amores seguros, o más bien, desamores seguros. Porque el uno no estaba seguro de volver a cruzar la valla de la amistad, ya que había sido constantemente rechazado con anterioridad, y el otro, ¡quién sabe que pasó con el otro!, tal vez tampoco estaba preparado para amar. Como sea, después de aquella única relación pasó el tiempo, un largo tiempo, sin que ninguna ilusión romántica atribulara mis noches ni mis días. 

Entonces comenzó a ocurrir. Nuevamente, uno tras otro, los chicos a mi alrededor comenzaron a parecerme "amables". Uno porque era terriblemente atractivo aunque algo tontín, el otro porque era un misterio que no conseguía desentrañar y exaltaba mi curiosidad, el otro porque era alguien con quién podía conversar. Uno tras otro hacían latir mi corazón, que después de un tiempo se sosegaba al encontrar un nuevo objeto de atención. Quizás por el continuo ejercicio reconocí que en verdad estaba buscando amar, que deseaba encontrar a alguien con quién poder expresar todo el amor que era capaz de ofrecer, y en esa época lo conocí a él. Él, del cual no quiero hablar porque el asunto terminó muy mal, es decir, no terminó porque nunca comenzó, como nunca habían comenzado ninguna de mis otras ilusiones. ¿Qué podía estar tan mal que nunca conseguía concretar un amor? Si yo me "enamoraba", ¿cómo es que nadie decía amarme? ¿Por qué nadie se arriesgaba a amarme? ¿Era acaso que yo no era "amable"?

Después de mi última, hasta ahora, desilusión, me sumí en una de aquellas terribles depresiones. ¡Qué dolor! Por más que sabía que más adelante había un mañana, y con cada mañana una nueva oportunidad, aquella ocasión la caída en la realidad fue demasiado dolorosa. Después de tantos enamoramientos vanos, como habían sido los que había experimentado casi toda mi vida, después de haberme protegido del peligro de no ser correspondida, abrí mi corazón con la confianza puesta en que iniciar un romance era algo que también me podía suceder. Solo que no sucedió. Por primera vez en mi larga lista de amores fallidos sentí que no podía más. Algo que para mí no era siquiera importante derribó mis recién cosechadas esperanzas, echó por tierra mi alegría de vivir, y me llenó de amargura y frustración. Por fortuna, aún en aquél estado no conseguí darme por vencida. Ya me había pasado antes y había sobrevivido así que lo volvería a hacer, comencé otra vida. Una vida de nuevas experiencias, de probar aquello que hasta entonces había dejado para después. Fui al teatro, y fui al teatro, fui tanto al teatro que comencé a atender con menor entusiasmo mis visitas al cine que siempre habían sido mi pasión. Hice otro par de cosas, como practicar tiro al arco, aunque mi primera opción había sido esgrima pero resultó más fácil y asequible la arquería. Aún así por dentro se desgarraba mi corazón. ¡Un romance! ¿Por qué era tan difícil vivir la experiencia de un romance? Todo el mundo se enamora, pensaba, y todo el mundo consigue alguien que le corresponda, ¿por qué yo no?

Comencé a creer que siempre escogía mal. Era claro, lo sé bien, las historias se repiten. Por ejemplo, las mujeres que se asocian con parejas que las golpean vuelven siempre a repetir la historia aunque cambien de titular. Era comprensible que a mí se me ocurriera siempre enamorarme de personas que no me querrían amar. Uno crea su propia realidad, es un hecho aceptado en estos tiempos, y a mí siempre me había parecido extraordinario, muy difícil de lograr, el amor correspondido.

Volviendo en el tiempo, cuando ya había perdido parte de la ilusión pero aún estaba aferrada a aquél último, surgió alguien que me hacía sentir muy bien. Más tarde he creído que quizás aceleré el romper relaciones con aquél anterior de manera tan abrupta porque deseaba darle lugar a esa nueva persona que actuaba como había imaginado debía actuar alguien que me amara, aunque en aquél tiempo no lo concebía de esa forma. Poco a poco mis esfuerzos por dejar atrás aquél episodio doloroso fueron haciéndose realidad. Ya no me importaba tanto. Comprendí también que las nuevas experiencias en las que me había embarcado realmente me gustaban, y aunque las había seguido impulsada en parte por mi deseo de no pensar y no sentir nada más, las encontraba reconfortantes. Llegado a ese punto, entendí que aquella nueva persona que cada día lograba posicionarse más en mi vida era un renovado peligro. Tenía los ojos abiertos ahora, ojos atemorizados y abiertos para reconocer un patrón donde aquél llenaba todos los requisitos para convertirse en una nueva ilusión y consiguiente desamor. Decidí alejarlo, mejor ahora que después, pensé. Sin embargo, no pasó ni un día de esa apresurada decisión y ya lo tenía de vuelta. Quise distanciarme porque tenía miedo del futuro en base al pasado pero él, ignorante de mis miedos, no quiso seguirme el juego así que fue como si nunca hubiera intentado alejarme. 

No hace mucho, en una de aquellas crisis existenciales que nunca faltan y unido a otros conflictos personales que no es necesario detallar, me detuve a pensar en aquella ya no tan nueva amistad otra vez, con temor. ¡Cómo es que había logrado posicionarse tan firmemente en mi vida! ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Por cuánto tiempo? ¿Y después? ¿Qué sería de mí después si ya no conseguía dejarlo de querer? ¿o de amar? ¿Lo amaba? Si pudiera, si me atreviera a amar, sería fácil amarlo. Pero la realidad es que, por más que nuevamente intenté mantenerlo lejos, entendí que no ganaba nada con hacerlo, sólo perdía. Porque me resulta posible vivir sin su amor pero no quiero mientras pueda vivir sin su amistad, que es con bastante probabilidad a todo lo que puedo aspirar.

Cansada de tanto descalabro emocional comencé a regocijarme con la escena aquella de la película Valentine's Day, cuando una de las protagonistas le da con toda el alma a la piñata de "Yo odio el Día de San Valentin", que resumido sería "Odio el amor". Sin embargo, en poco tiempo surgió la pregunta: ¿Qué es lo que realmente quiero del amor?, y reflexionando al respecto encontré que más que una pareja con quien compartir mi vida, lo cual aún me resulta difícil concebir, lo que he estado buscando es experimentar un romance, una historia mágica como en las películas, con sus dificultades, con sus encuentros y desencuentros, pero donde al final o al medio o en cualquier parte, surge el amor correspondido de manera natural. Porque lo que soy es lo que obtienen y si eso no es suficiente de nada vale distorsionar la realidad. 

Por lo pronto, puedo vivir sin amor del tipo romántico pero no resisto vivir sin la amistad que tan buenamente me ofrecen. También, me gustaría vivir un romance, tener una pareja y quizás hasta conseguiría compartir mi vida con alguien, pero por el momento: he dejado de buscar.

jueves, 18 de abril de 2013

Crónica: El arribo del nahual.



Llegué con toda tranquilidad a la Estación Central, desde donde abordo el tercer y último bus que me lleva a casa. Caminé y caminé hasta el último sitio de la cola para tomar el Alimentador, que así se llama el bus, y esperé a que avanzara. Después de dos buses que resultaba imposible abordar, pues aún me encontraba muy detrás, llegó un tercero en el cual aún no tenía opción de ir sentada. No lo pensé mucho; aunque no sentía prisa ya llevaba demasiado tiempo en ruta como para seguir esperando, así que abordé ese Alimentador. Bajé en mi paradero como siempre, sin apuro, mas al llegar a la esquina donde giro hacia mi calle me asaltó el recuerdo de lo que me esperaba en casa. Fue un instante donde se confundieron el regocijo prematuro con el temor expectante. De la foto que recibí no recordaba el collar en sí, pues todo lo que había quedado en mi memoria era la bolsita de tejido típico que lo contenía. Sin embargo, ya sabía que se trataba de una piedra, y a veces las piedras traen sorpresas. Una vez en una feria, por ejemplo, me picó una; sentí una pequeña descarga o un piquete cuando intenté cogerla así que la dejé. En otra ocasión descubrí que le tenía un miedo infinito a una que me trajeron de un viaje y no deseaba tenerla cerca; lo solucioné cubriéndola con un paño y encerrándola en una caja.

Ingresé a mi casa y pregunté por mi sobre. -Está sobre la plancha -, me dijeron. Lo recogí y me dirigí a mi habitación. Tan solo entrar pensé que debía encender una vela, y ya que iba a encender una vela encendería un incienso también. Encendí ambos, y me dispuse a prestarle atención al sobre. Revisé la portada que ya ha había visto por foto, y le di un vistazo a la contraportada donde decía: "Collar. Carta". Entonces comprendí que no solo sería el obsequio sino que podría leer una misiva. Al menos eso creí, hasta que después de sacar las múltiples grapas que aseguraban el contenido, encontré que la carta tenía un mellizo. Saqué las cartas y la bolsita que contenía el collar. Había sido muy largo el trayecto de llegar a casa, armonizar el ambiente de mi habitación, y desgrapar el sobre, así que procedí sin mayor demora a verter el contenido de la bolsita. Encontré lo que parecía ser un huevo, esto trajo a mi memoria antiguos empaques míos, cuando toda precaución era poca con tal de preservar el objeto que deseaba trasladar; es una costumbre que he perdido con el tiempo, pero desenvolver el empaque del collar me hizo pensar que en otra época, yo misma podría haberlo hecho tal cual lo recibía.

Ahí estaba, mi nahual. Amplia sonrisa. Podría asegurar que el brillo que reflejaba la piedra procedían del brillo que mis ojos debían emanar en ese instante. La espera había llegado a su fin. Me lo puse. Recordé que debía hacerle una pregunta, pero creo que en ese momento sólo podía escuchar el eco de mis propios pensamientos, así que no conseguí saber si la piedra me había respondido. Leí las cartas. Entonces comencé a reír. No podía ser de otro modo, estaba feliz, y aquello que había sido escrito era tan inesperado como divertido. Algunas frases resultaban familiares de tiempo atrás, otras habían sido repetidas hace poco. Mi mente, acostumbrada a analizar y a sacar conclusiones, no conseguía enfocarse mientras todo mi espíritu rebosaba de júbilo. Sin embargo, hubo un momento en que después de la primera lectura, o quizás después de la segunda, se detuvo a contemplar las formas. -¡Ni por dónde comenzar! -pensé. Desde mi interior había surgido la antigua costumbre de contemplar la escritura procurando desentrañar los misterios de la mente. Grafología le llaman, es una disciplina que me hubiese gustado aprender, como tantas otras cosas.

Lo contemplé frente al espejo. Le sonreí al nahual, y le sonreí al que me lo había enviado. -¿No me vas a decir? -le pregunté a la piedra, queriendo saber qué palabras podía haber escuchado antes de partir en mi búsqueda. -No importa -pensé-, debió ser algo bueno. Algo tan bueno como lo que estoy sintiendo. Y reí nuevamente, mientras procedía a apagar la vela que no debía quedar encendida en mi ausencia. Dejé mi habitación y recorrí mi casa mostrándole mi collar a quien quisiera verlo. Todos quisieron verlo, y todos asintieron, afirmando que lo encontraban bonito, delicado. Les expliqué su significado, que mi nahual era B'atz', como aparece inscrito detrás, y que pertenece a algo así como un horóscopo maya.

Antes de terminar la noche agradecí el obsequio por escrito, y cuando me fui a dormir aún sonreía como si recién hubiese descubierto la piedra, pendiente en un collar, de jade, con la imagen de B'atz', el mono, según mi fecha de nacimiento, que representa mi número, enviado por el hombre más peculiar y entrañable que la suerte podía haberme hecho conocer.

(Foto: B.R.)

miércoles, 16 de mayo de 2012

Anécdota de una amiga en la combi


Ser alta y delgada no es precisamente la llave de la felicidad; sin embargo, si nos cruzamos por la calle con una persona de esas características y otra no, ¿a quién envidiaremos su suerte?


Una amiga mía se dirigía a trabajar temprano en la mañana. Iba en una combi y en una parada una mujer, de tez morena que cargaba un par de gemelos en su canguro, se acercó a vender chocolates. Cuando la combi arrancó, la única persona que no colaboró con la vendedora hizo el siguiente comentario: "Esas mujeres valen una gran celebración, valen la pena! Pero hay otras vagas que no se merecen nada y les dan todo!". Con sorpresa, mi amiga observó que todas las miradas se dirigieron hacia ella. 


Ella, que desde la época del colegio destacaba por su buena apariencia y contagiosa alegría, no ha hecho sino añadir estilo y buen gusto a ese precioso carácter y lucidez de entendimiento con el que fue bien dotada.


Siguiendo el primer comentario y las miradas acusadoras, una mujer más joven comenzó a burlarse. Mi amiga, indignada por el escenario en el que se había visto envuelta, decidió darles un escarmiento y hacerse respetar. ¿Se refiere a mí señora?  -le dijo -Si usted me ve regia no quiere decir que soy vaga. Hoy me levanté temprano, cociné, mi mano aún huele a cebolla picada; y ahora no me voy de vaga, voy a trabajar. Tengo una tienda, soy diseñadora y tengo dos hijos en la universidad, por eso no puedo darme el lujo de descansar. El hecho de estar bien bañada y peinada no quiere decir que la gente es vaga. Es mucha ignorancia de su parte hacer una apreciación de alguien a quien no conoce!... ¿Por el simple hecho de vernos bien? Estoy segura que ese comentario no se lo haría a un varón bien elegante; dirían: "Qué hombre para más hermoso". Mientras que a una mujer de vanguardia si se le puede decir vaga.


Demás está decir que después de ese discurso el carro quedó en completo silencio y todos extraviaron sus miradas, incluyendo a la que había hablado en primer lugar.

sábado, 28 de abril de 2012

EL-La (II)

Cuando llegó el tiempo de regresar El-La renació en un par de mellizos, y siendo aún pequeños dieron claras muestras de la oposición de sus temperamentos. Mientras uno conservaba la inocencia y arrojo tan propios de El-La en su origen, el otro parecía haber surgido del momento último de su vida y el temor haber quedado impreso en su mirada. Aún mas, cuando aquél miedo se tornaba extremo, surgía de él un profundo sentimiento de sobrevivencia que desencadenaba en furia y destrucción. Así, mientras uno creció acogiendo la vida con alegría y confianza, el otro se tornó huraño y solitario. Ambos murieron jóvenes.

La siguiente vez que El-La renació, cada par de su alma tomó caminos diferentes y nunca se encontraron. En cada renacer, experimentaron diferentes aspectos de la vida y, sin importar cuáles fueran sus experiencias, el uno parecía seguir fácilmente el camino de la luz mientras el otro se hundía irremediablemente en el camino de las sombras. Nación, estatus social, educación, religión, o sexo podían intercambiarse en sus vidas, sin embargo en el recuento final de su existencia uno se presentaría apacible, curioso, alegre, compasivo, afable; y el otro (o la otra) crecería desconfiado, temeroso, irascible, cruel, amargado.


Una tras otra se sucedían sus vidas y fueran éstas cortas o largas nunca alcanzaban a llenar el vacío que los consumía en su interior. Así llevaran una vida solitaria de virtud o depravación, así compartieran sus días en familia o sociedad, sabían que estaban incompletos; sentían en su interior la necesidad de reencontrarse para consumar su destino y cerrar el círculo de su existencia volviendo al origen.

En el principio de los tiempos El-La es una mujer.

viernes, 27 de abril de 2012

El-La (I)


En el principio de los tiempos El-La era un hombre. Bendecido entre benditos, su vida transcurría entre sus correrías solitarias en las afueras de la aldea y la ayuda que brindaba en ella cuando era requerido. El-La disfrutaba la vida; era alegre como un niño y audaz como un guerrero. Su permanencia en el interior de la aldea habría quizás perturbado el pacífico ambiente al que estaban acostumbrados sus habitantes, pero cómo vivía apartado el pueblo aceptaba de buena gana sus incursiones, acompañadas a menudo de travesuras u observaciones que nadie más entendía o le preocupaba entender. Lo amaban.

Despuntaba el amanecer cuando El-La sintió angustia por primera vez en su vida y con el corazón apesadumbrado dirigió su mirada hacia lo lejos, hacia donde estaba su aldea. El-La no lo pensó siquiera y a toda prisa emprendió el regreso con aquella sensación creciendo en su interior, otro sentimiento que jamás había experimentado: el temor.

Ya no había nada qué hacer. Cuando El-la llegó a su aldea, ésta ya había sido devastada. El dolor que sintió al presenciar el desastre fue ahogado por la ira que surgió poco después. Apenas comprendió quiénes habían llevado a cabo la matanza, su naturaleza primaria ignorante hasta ese momento de la crueldad humana, se tornó en locura. El-La murió.



viernes, 30 de marzo de 2012

El Bar.

Lo vio cruzar el pasillo y deseó que siguiera adelante. Karina aún tenía sus dudas respecto al último encuentro a la hora del almuerzo, casual según él, en aquél apartado restaurante que ella solía frecuentar. Cuando él ingresó a la oficina y saludó primero a Rocío, la amiga que los había presentado, Karina contuvo la respiración por un momento; un antiguo hábito para los momentos en que deseaba hacerse invisible.

-¡Hola Karina!, la saludó Miguel acercándose.
-Hola, le respondió ella procurando no hacer mucho contacto visual.
-¿Cómo va el trabajo?
-Ya sabes, este mes es complicado.
-Claro... Y ¿qué planes para mañana?

-¡Diablos! -pensó Karina -Una pregunta directa ¿Por qué no se me ocurrió planear algo para mañana?

-¿Planes? -respondió ella, a la espera de que él recordara súbitamente que tenía algún trabajo importante por hacer y se alejara.
-Sí, mañana, viernes, fin de semana... Cuando tienes tanto trabajo necesitas relajarte.
-¡Ah! Bueno, voy a relajarme mucho en casa. Ha sido demasiado estrés esta semana como para ir haciendo planes, agregó Karina bajando un poco la mirada y removiendo un par de papeles en su escritorio.

Miguel la miró, sonriendo.

-Te propongo algo mejor. ¿Conoces el Bar Munich? Es aquí cerca y el ambiente es bueno. ¡Vamos mañana!

Karina también sonrió, relajada. ¿Había mencionado el Munich? Sabía que ya no necesitaba inventar excusas ni procurar ser diplomática para no salir con aquél chico que parecía tan empeñado en frecuentar su oficina. Esa reunión no se concretaría.

La historia de la "maldición" había comenzado muchos años atrás. La tarde en que, caminando por el centro de Lima, Carlos y ella pasaron por la entrada del bar.

-Éste lugar es precioso –le había dicho, mencionando además que había ido con su enamorada -Cuando tengas enamorado dile que te traiga aquí.
-Entonces nunca voy a entrar a ese lugar, le había respondido ella, riendo.
-No debes hablar así, aún eres muy joven.
-Y siempre lo voy a ser porque no pienso vivir mucho, continuó ella.

Karina había repetido esas frases muchas veces durante aquella etapa. Estaba bastante segura acerca de cómo sería su vida, o al menos de lo que estaba dispuesta a enfrentar. Cargar con la responsabilidad de una relación de pareja o vivir hasta ser anciana no estaba en sus planes.

Un par de años más tarde, con un grupo de practicantes, surgió nuevamente la idea de una reunión en aquél bar. Uno del grupo cumplía años y Karina sugirió el Munich, curiosa por conocer el lugar que años atrás le habían mencionado; sin embargo, Luis estuvo en contra. Finalmente el grupo desistió de ir al Munich, pero ni aún así Luis llegó a presentarse el día de la reunión pues su padrino había fallecido y debía asistir al velorio.

Algunos años después Karina volvió a intentarlo. Un par de amigos la requerían como una especie de testigo o árbitro para un segundo encuentro en una disputa de menor importancia, que más bien podía considerarse un pretexto para un fin de semana alcohólico. El perdedor del primer encuentro declaró su inconformidad con el bar como punto de reunión, por maloliente y añejo, según dijo, y al final el encuentro revanchista tampoco se llegó a dar por lo cual el ganador original nunca perdió su título de vencedor.

La siguiente vez no fue Karina la que sugirió ir al Bar Munich, pues hacía tiempo que había olvidado aquél lugar. Su compañera de trabajo Rocío, por otro lado, lo frecuentaba con regularidad y era probable que hubiese ido con Miguel así como había ido con Jano, el amigo de la oficina dos pisos arriba que le había presentado anteriormente. En una conversación Rocío le había sugerido a Jano ir al Bar Munich por algo de "medicina" y, estando Karina presente, la había incluido en la propuesta. La invitación motivó una mención por parte de Karina acerca como nunca había logrado ingresar a aquél lugar. Sus amigos rieron y le animaron. "El año recién empieza", le dijeron. "Si no se puede a la primera, seguimos intentando y así hasta lograrlo", agregaron entre risas. El primer fin de semana propuesto resultó que Karina no lo tenía disponible; para el siguiente fue Rocío quién tenía pactado un compromiso; un mes después volvieron sobre el tema y acordaron una nueva fecha bajo la condición que todos estuvieran libres de exceso de trabajo, sino volverían a intentarlo la semana siguiente. Sin embargo, un día antes del encuentro programado, Rocío fue la portadora de una noticia.

-¿Ya supiste?
-¿Supe qué?
-Jano volvió con su ex.
-Ah... ¿Y eso significa...?
-Que no está disponible mañana. 
-....
-La verdad es que tengo mucho trabajo y tú también.
-Sí, es cierto.

Karina despertó de su ensueño de cinco segundos y se dio cuenta que había estado sonriéndole a Miguel todo ese tiempo mientras recordaba su historia con el bar.

-Resulta que no puedo ir a ese lugar. Mi religión me lo prohíbe, le dijo, haciendo un mohín.
-Bueno, entonces vayamos al cine. Haz caridad con ésta pobre alma que hace años no pisa una sala de cine.

Karina pensó que eso ya era demasiado teatro. Por otro lado, hacía tiempo que tampoco iba al cine, y esa era una de sus pasiones más antiguas. El almuerzo con él tampoco había sido desagradable, solo le molestaba que rondara demasiado cuando no estaba dispuesta a atender pretensiones. Reflexionó un momento y se dijo a sí misma que quizás era demasiada vanidad suya imaginar que Miguel tuviera pretensiones. Y, después de todo, el cine era el lugar más neutral que conocía desde siempre para ir con amigos que sólo serían amigos.

-Hace tiempo que tampoco voy al cine. Ni siquiera tengo idea de lo que esté en cartelera.
-Me han dicho que hay varias buenas así que seguro podemos elegir alguna para ver. ¿Te busco mañana a la salida?
-Está bien. Aunque quizás me demore. Mejor te aviso mañana a la hora que voy saliendo y vemos dónde nos reunimos.
-Perfecto. Hasta mañana entonces.
-Ajá.

Karina lo vio alejarse, y se preparó para el interrogatorio y comentarios de Rocío que se encontraba a unos pasos. Aunque su amiga no hubiese escuchado todo lo que hablaron, seguro tendría varias cosas que decir al respecto.