viernes, 3 de febrero de 2012

Ramses. Una fría estatua de piedra. (II)


Karina estaba entusiasmada. Mientras que al principio habían conseguido reunirse al menos una vez al año para una buena charla, hacía dos o tres años que no se había encontrado con Renata, su más antigua amiga y confidente de la época de la universidad. Además, también Carlos había aceptado la reunión y eso lo hacía más interesante.


Una buena charla! Karina a menudo extrañaba una buena charla. Con Renata, siendo estudiantes, sostenían interminables conversaciones donde compartían experiencias y procuraban comprender el mundo desde su inexperta visión. Un tiempo después sería con Carlos con quien compartiría esos momentos. Al llegar a este punto de sus reflexiones Karina se detuvo. Intentó recordar el tenor de las conversaciones con Carlos. Sabía que con Renata sus diálogos eran equilibrados, intercambiando información y bromas, en ocasiones a un ritmo veloz . Con Carlos en cambio, le parecía recordar que era él quién dominaba los diálogos, contándole historias sobre su trabajo, sobre su familia, sobre sus amigas, sobre su pareja. Era curioso que lo recordara así; después de todo, ella tenía fama de hablar demasiado y no era coherente que recordara haber cumplido más el papel de oyente en su relación con él.


Después de una semana Carlos no se había comunicado, y debía hacerlo. Cuando Karina le escribió insistiendo por segunda vez, él continuó evadiendo la reunión. Si había aceptado en un comienzo, ¿por qué de repente parecía querer alargar y complicar más el encuentro? Entonces Renata recordó aquella vez, cuando después de años sin tener mayor contacto volvieron a frecuentarse por medio de internet. Habían intercambiado algunos e-mail y él sugirió que debían reunirse para conversar. -Una buena charla, genial! -pensó ella. Quedaron en reunirse el siguiente fin de semana. Sin embargo, un día antes, le escribió excusándose pues tenía una reunión programada para ese día y le propuso postergarlo para el siguiente viernes. Ella aceptó pero no tuvo que esperar mucho para recibir otra postergación vía otro e-mail.


Karina:


Mil disculpas, como el sabado es dia del trabajador, debo salir con mi equipo de trabajo la noche del viernes. Se sacan la mugre, corresponde una salida.


Coordinemos la fecha, nuevamente disculpas,


Saludos!!!


Carlos.


Nunca se reunieron para conversar y Karina casi había olvidado el episodio. Como casi había olvidado aquella vez que tenía tantas dudas en la cabeza que al verlo en línea, y a pesar de que ya no le tenía la confianza de su época de estudiantes, procuró su atención haciéndole una pregunta que la pudiera ayudar. Él se excusó diciendo que en aquél momento estaba demasiado cansado. Que otro día podían conversar, pero que no fuera tal día porque debía dictar clases hasta tarde, pero que el siguiente a ese estaría bien. 


Habían sido tan buenos amigos, pensó ella, que parecía inmune a recordar las veces que él le había fallado anteriormente. Aunque si continuaba haciendo memoria, esa había sido la base de su demasiado prolongada relación amical.