viernes, 30 de marzo de 2012

El Bar.

Lo vio cruzar el pasillo y deseó que siguiera adelante. Karina aún tenía sus dudas respecto al último encuentro a la hora del almuerzo, casual según él, en aquél apartado restaurante que ella solía frecuentar. Cuando él ingresó a la oficina y saludó primero a Rocío, la amiga que los había presentado, Karina contuvo la respiración por un momento; un antiguo hábito para los momentos en que deseaba hacerse invisible.

-¡Hola Karina!, la saludó Miguel acercándose.
-Hola, le respondió ella procurando no hacer mucho contacto visual.
-¿Cómo va el trabajo?
-Ya sabes, este mes es complicado.
-Claro... Y ¿qué planes para mañana?

-¡Diablos! -pensó Karina -Una pregunta directa ¿Por qué no se me ocurrió planear algo para mañana?

-¿Planes? -respondió ella, a la espera de que él recordara súbitamente que tenía algún trabajo importante por hacer y se alejara.
-Sí, mañana, viernes, fin de semana... Cuando tienes tanto trabajo necesitas relajarte.
-¡Ah! Bueno, voy a relajarme mucho en casa. Ha sido demasiado estrés esta semana como para ir haciendo planes, agregó Karina bajando un poco la mirada y removiendo un par de papeles en su escritorio.

Miguel la miró, sonriendo.

-Te propongo algo mejor. ¿Conoces el Bar Munich? Es aquí cerca y el ambiente es bueno. ¡Vamos mañana!

Karina también sonrió, relajada. ¿Había mencionado el Munich? Sabía que ya no necesitaba inventar excusas ni procurar ser diplomática para no salir con aquél chico que parecía tan empeñado en frecuentar su oficina. Esa reunión no se concretaría.

La historia de la "maldición" había comenzado muchos años atrás. La tarde en que, caminando por el centro de Lima, Carlos y ella pasaron por la entrada del bar.

-Éste lugar es precioso –le había dicho, mencionando además que había ido con su enamorada -Cuando tengas enamorado dile que te traiga aquí.
-Entonces nunca voy a entrar a ese lugar, le había respondido ella, riendo.
-No debes hablar así, aún eres muy joven.
-Y siempre lo voy a ser porque no pienso vivir mucho, continuó ella.

Karina había repetido esas frases muchas veces durante aquella etapa. Estaba bastante segura acerca de cómo sería su vida, o al menos de lo que estaba dispuesta a enfrentar. Cargar con la responsabilidad de una relación de pareja o vivir hasta ser anciana no estaba en sus planes.

Un par de años más tarde, con un grupo de practicantes, surgió nuevamente la idea de una reunión en aquél bar. Uno del grupo cumplía años y Karina sugirió el Munich, curiosa por conocer el lugar que años atrás le habían mencionado; sin embargo, Luis estuvo en contra. Finalmente el grupo desistió de ir al Munich, pero ni aún así Luis llegó a presentarse el día de la reunión pues su padrino había fallecido y debía asistir al velorio.

Algunos años después Karina volvió a intentarlo. Un par de amigos la requerían como una especie de testigo o árbitro para un segundo encuentro en una disputa de menor importancia, que más bien podía considerarse un pretexto para un fin de semana alcohólico. El perdedor del primer encuentro declaró su inconformidad con el bar como punto de reunión, por maloliente y añejo, según dijo, y al final el encuentro revanchista tampoco se llegó a dar por lo cual el ganador original nunca perdió su título de vencedor.

La siguiente vez no fue Karina la que sugirió ir al Bar Munich, pues hacía tiempo que había olvidado aquél lugar. Su compañera de trabajo Rocío, por otro lado, lo frecuentaba con regularidad y era probable que hubiese ido con Miguel así como había ido con Jano, el amigo de la oficina dos pisos arriba que le había presentado anteriormente. En una conversación Rocío le había sugerido a Jano ir al Bar Munich por algo de "medicina" y, estando Karina presente, la había incluido en la propuesta. La invitación motivó una mención por parte de Karina acerca como nunca había logrado ingresar a aquél lugar. Sus amigos rieron y le animaron. "El año recién empieza", le dijeron. "Si no se puede a la primera, seguimos intentando y así hasta lograrlo", agregaron entre risas. El primer fin de semana propuesto resultó que Karina no lo tenía disponible; para el siguiente fue Rocío quién tenía pactado un compromiso; un mes después volvieron sobre el tema y acordaron una nueva fecha bajo la condición que todos estuvieran libres de exceso de trabajo, sino volverían a intentarlo la semana siguiente. Sin embargo, un día antes del encuentro programado, Rocío fue la portadora de una noticia.

-¿Ya supiste?
-¿Supe qué?
-Jano volvió con su ex.
-Ah... ¿Y eso significa...?
-Que no está disponible mañana. 
-....
-La verdad es que tengo mucho trabajo y tú también.
-Sí, es cierto.

Karina despertó de su ensueño de cinco segundos y se dio cuenta que había estado sonriéndole a Miguel todo ese tiempo mientras recordaba su historia con el bar.

-Resulta que no puedo ir a ese lugar. Mi religión me lo prohíbe, le dijo, haciendo un mohín.
-Bueno, entonces vayamos al cine. Haz caridad con ésta pobre alma que hace años no pisa una sala de cine.

Karina pensó que eso ya era demasiado teatro. Por otro lado, hacía tiempo que tampoco iba al cine, y esa era una de sus pasiones más antiguas. El almuerzo con él tampoco había sido desagradable, solo le molestaba que rondara demasiado cuando no estaba dispuesta a atender pretensiones. Reflexionó un momento y se dijo a sí misma que quizás era demasiada vanidad suya imaginar que Miguel tuviera pretensiones. Y, después de todo, el cine era el lugar más neutral que conocía desde siempre para ir con amigos que sólo serían amigos.

-Hace tiempo que tampoco voy al cine. Ni siquiera tengo idea de lo que esté en cartelera.
-Me han dicho que hay varias buenas así que seguro podemos elegir alguna para ver. ¿Te busco mañana a la salida?
-Está bien. Aunque quizás me demore. Mejor te aviso mañana a la hora que voy saliendo y vemos dónde nos reunimos.
-Perfecto. Hasta mañana entonces.
-Ajá.

Karina lo vio alejarse, y se preparó para el interrogatorio y comentarios de Rocío que se encontraba a unos pasos. Aunque su amiga no hubiese escuchado todo lo que hablaron, seguro tendría varias cosas que decir al respecto.

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